TERCERA Y ULTIMA GUERRA DE LOS BOLCHEVIQUES CONTRA LOS MAKHNOVISTAS Y ANARQUISTAS;

APLASTAMIENTO DEL EJERCITO INSURRECCIONAL


Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.


Así se inició la guerra final de los bolcheviques contra los makhnovistas, los anarquistas y 1as masas laboriosas de Ucrania, la que terminó, al cabo de nueve meses de implacable lucha desigual, con el aplastamiento militar del movimiento libre.

Una vez más, la fuerza brutal, asistida además por el engaño y la impostura, obtuvo la victoria. Aportaremos algunos detalles y puntualizaciones para que se puedan enjuiciar debidamente los hechos.

El gobierno bolchevique, naturalmente, no se retardó en dar explicaciones de su golpe traidor, pretendiendo que makhnovistas y anarquistas estaban en tren de preparar un complot y una vasta insurrección contra el gobierno de los soviets. Acusó a Makhno de haberse negado a marchar hacia el frente caucásico y de haber realizado una leva de tropas entre los campesinos para la formación de un ejército contra las autoridades soviéticas, y afirmó que, en lugar de combatir a Wrangel en Crimea, los makhnovistas se habían dedicado a una acción de guerrillas contra las retaguardias del ejército rojo, etc.

¡Explicaciones todas de su actitud, a cuál más mentirosa! Pero, a fuerza de repetirlas, ante el forzado silencio de makhnovistas y anarquistas, los bolcheviques lograron hacerlas admitir por muchísimos, en Rusia y en el extranjero.

Varios hechos nos permiten restablecer la verdad:

1º El 23 de noviembre de 1920, los makhnovistas detuvieron en Pologui y Gulai-Pole a nueve espías bolcheviques pertenecientes a la XLII División de fusileros del ejército rojo, quienes confesaron haber sido enviados a Gulai-Pole por el jefe del servicio de contraespionaje para averiguar los domicilios de Makhno, de los miembros del estado mayor, de los comandantes de las tropas insurreccionales y de los integrantes del Consejo, después de lo cual deberían permanecer discretamente en la ciudad a la espera de la llegada del ejército rojo, para suministrarle las indicaciones del caso. y por si las personas señaladas cambiaran de residencia para ocultarse ante la imprevista llegada del ejército rojo, esos espías deberían seguirlas sin perderlas de vista. Agregaron los espías que el ataque contra Gulai-Pole debía esperarse entre el 24 y el 25 de novimbre.

El Consejo de los insurgentes revolucionarios y el comandante del ejército enviaron a Rakovsky, entonces presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de Ucrania, y asimismo al Consejo revolucionario militar de Kharkov, una puntualizada comunicación sobre el caso, exigiendo: a) el inmediato arresto y el sometimiento al consejo de guerra del jefe de la XLII División y demás participantes del complot; b) la prohibición a los destacamentos rojos de cruzar Gulai-Pole, Pologui, Malaia-Tokmatchka y Turkenovka, en prevención de incidentes enfadosos.

La respuesta del gobierno de Kharkov, transmitida por hilo directo el 25 de noviembre, fue la siguiente: «El pretendido complot no puede ser sino un malentendido. Sin embargo, las autoridades soviéticas, deseosas de aclarar el asunto, lo han confiado a una comisión especial y proponen al estado mayor del ejército makhnovista el envío de dos delegados para participar en los trabajos de dicha comisión.»

A la mañana siguiente, P. Rybin, secretario del Consejo de los insurgentes revolucionarios, volvió a tratar con Kharkov sobre esa cuestión y todos los puntos en litigio, por hilo directo. Las autoridades bolcheviques de Kharkov le afirmaron que el asunto de la XLII División sería ciertamente arreglado a entera satisfacción de los makhnovistas, y agregaron que la cuarta cláusula de la parte política del acuerdo estaba por ser resuelta amigablemente, de modo feliz.

Esta conversación se realizó en la mañana del 26 de noviembre. Pues bien: seis horas antes, a noche avanzada, los representantes makhnovistas en Kharkov habían sido apresados, lo mismo que todos los anarquistas de Kharkov y alrededores. Y exactamente dos ,horas después de la conversación, Gulai-Pole fue atacada de todos lados por las tropas rojas y sometida a intenso bombardeo.

El mismo día y a la misma hora fue atacado el ejército makhnovista de Crimea, donde los bolcheviques lograron, por un golpe de astucia, apoderarse de todos los miembros del estado mayor y de su comandante, Simón Karetnik, ejecutándolos a todos, sin excepción.

2º Yo me hallaba en Kharkov, con representantes del ejército makhnovista, ignorante de lo que se tramaba contra nosotros. El 25 de noviembre se me encargó visitar a Rakovsky, para saber por él, exactamente, en qué punto se estaba respecto a la cuestionada cláusula cuarta. Rakovsky me recibió muy cordialmente y me invitó a tomar asiento en su oficina. Sentado en cómodo sillón y jugando displicentemente con un cortapapel, me afirmó sonriente que las conversaciones con Moscú respecto a la cuarta cláusula estaban a punto de culminar y que era de esperar una solución feliz en pocos días. Pues bien: mientras me decía eso, en un cajón del escritorio que teníamos delante estaba la orden de desatar el golpe contra anarquistas y makhnovistas.

Esa misma noche pronuncié una conferencia sobre el anarquismo en el Instituto Agrícola de Kharkov. La sala estaba repleta; el acto terminó una hora después de medianoche. De regreso a mi domicilio trabajé hasta las dos y media en terminar un artículo para nuestro periódico y me acosté. Apenas adormecido, me despertó un alboroto característico: estampidos, ruido de armas y de botas en la escalera, y puñetazos en las puertas, gritos e injurias. Comprendí. Pude vestirme, a tiempo que golpeaban furiosamente en la puerta de mi habitación: « ¡Abre o volteamos la puerta!» Corrido el cerrojo, abrieron y se lanzaron brutalmente sobre mí, me arrastraron y arrojaron a un subsuelo, donde encontré algunas decenas de los nuestros. La cláusula cuarta encontraba así una solución feliz.

3º Al día siguiente del ataque contra Gulai-Pole, el 27 de noviembre, los makhnovistas encontraron, en poder de prisioneros hechos al ejército rojo, proclamas intituladas: «¡Adelante contra Makhno!» y «¡Muerte a la Makhnovtchina!», publicadas por la sección política del IV Ejército, sin fecha. Los prisioneros dijeron haberlas recibido el 15 ó el 16 de ese mes. Se trataba de llamados a la lucha contra Makhno, a quien se acusaba de haber infringido las cláusulas del acuerdo político y milítar, de haberse rehusado a marchar al frente caucásico, de haber provocado un levantamiento contra el poder soviético, etc. Eso prueba que
tales acusaciones habían sido fraguadas e impresas con anticipación, cuando el ejército insurgente estaba por abrirse camino hacia Crimea y ocupar Simferopol y cuando los representantes makhnovistas trabajaban tranquilamente, con las autoridades soviéticas, en Kharkov y otros puntos.

4º En los meses de octubre y noviembre de 1920, precisamente mientras se negociaba y se concluía el acuerdo político y militar entre makhnovistas y bolcheviques, éstos tramaron dos t.entativas para asesinar a Makhno, mediante mercenarios, que fueron frustradas por los insurgentes.

Resulta evidente que tan vasta operación hubo de ser cuidadosamente preparada y que su elaboración exigió, por lo menos, una quincena. En esta empresa -que los bolcheviques querían decisiva-, no se trataba solamente de un simple ataque a traición contra los makhnovistas, sino de una maquinación elaborada minuciosamente, sin descuidar detalle. y hasta se procuró distraer la vigilancia de los makhnovistas, induciéndolos a error mediante falsas garantías de seguridad, mentirosas promesas, etcétera. Preparativos que requirieron, innegablemente, bastante tiempo.

Tales elementos de juicio permiten establecer la verdad sobre la ruptura del pacto entre los makhnovistas y el poder bolchevique.

Esta verdad es confirmada, de añadidura, por documentos de origen soviético.

Transcribimos, al efecto, la orden de Frunze, entonces comandante del frente sur, documento que basta para demostrar la traición de los bolcheviques y anular todas sus mentiras y subterfugios :
 

Orden al camarada Makhno, comandante del ejército insurreccional.
Copia a los comandantes de los ejércitos del frente sur. Número 00149. Dada en el Estado Mayor, Melitopol, 23 de noviembre de 1920.

A causa de la cesación de las hostilidades con Wrangel y de su completa derrota, el Consejo Revolucionario Militar del frente sur estima que la misión del ejército de guerrilleros ha terminado. Propone, pues, al Consejo Revolucionario Militar del ejército insurreccional que se ponga de inmediato en acción para transformar los
destacamentos insurreccionales de guerrilleros en unidades militares regulares integrantes del ejército rojo.

No hay ya razón para que el ejército insurreccional siga existiendo como tal. Al contrario, la existencia al lado del ejército rojo de estos destacamentos de una organización particular, que persigue fines especiales, produce efectos absolutamente inadmisibles [1]. Es por ello que el Consejo Revolucionario Militar del frente sur prescribe al Consejo Revolucionario Militar del ejército insurreccional lo siguiente:

1º Todas las unidades del ex ejército insurreccional actualmente en Crimea deberán ser inmediatamente incorporadas al IV Ejército soviético. cuyo Consejo Revolucionario Militar se encargará de su transformación.
2º La sección de formaciones militares de Gulai-Pole deberá ser liquidada. Los combatientes serán distribuidos entre los destacamentos de reserva. según las indicaciones del comandante de esta parte del ejército.
3º El Consejo Revolucionario Militar del ejército insurreccional deberá tomar todas las medidas necesarias para explicar a los combatientes la necesidad de estas transformaciones.

Firmado: M. Frunze. comandante en jefe del frente sur; Smilga, miembro del Consejo Revolucionario Militar; Karatyguin, jefe del estado mayor .

Recuérdese la historia del acuerdo entre el gobierno soviético y los makhnovistas. La firma del pacto fue precedida de tratativas entre los delegados makhnovistas y una delegación bolchevique presidida por el comunista Ivanoff. que arribó especialmente para ello al campamento makhnovista en Etarobelks. tratrabajaron durante tres semanas para llevar a buen término el pacto. cada una de cuyas cláusulas fue cuidadosamente examinada y debatida. y la redacción definitiva de este acuerdo fue aprobada por ambas partes: el gobierno de los soviets y la región de los insurgentes revolucionarios, personificada por el Consejo de los insurgentes revolucionarios de Ucrania. Y así fue sellada y firmada por ambas representaciones.

Ninguno de los artículos del pacto, según el intrínseco sentido del acuerdo, podría ser suspendido ni modificado sin previo entendimiento de las partes contratantes. Pues bien: la orden de Frunze suprimía. no sólo el artículo primero de la parte militar del acuerdo, sino lisa y llanamente el acuerdo total. Esa orden prueba que el acuerdo no fue concertado ni seria ni lealmente por los bolcheviques, que representaron una infame comedia, utilizando el acuerdo como un gran engaño, una maniobra traicionera, una celada para que los makhnovistas, consagrados a fondo en el empeño de vencer a Wrangel, se expusieran, confiados y debilitados, al alevoso ataque bolchevique.

Pero lo notable es que, bajo su aparente franqueza, o ingenuidad, algo brutal, la orden de Frunze estaba destinada. también. a servir de maniobra. En efecto:

1º Junto con la orden número 00149, el IV ejército de Crimea recibió la orden de accionar contra los makhnovistas por todos los medios disponibles y emplear todas sus fuerzas militares en caso de desobediencia de los insurgentes.
2º Ni el estado mayor del ejército insurreccional, con sede en Gulai-Pole. ni la delegación makhnovista en Kharkov recibieron comunicación de esa orden. Los makhnovistas no se enteraron de ella sino tres o cuatro semanas después del ataque, y eso por algunos diarios caídos fortuitamente en sus manos.El hecho se explica fácilmente. Los bolcheviques, que preparaban secretamente su brusco ataque contra los makhnovistas, no podían ponerlos en guardia con el envío oportuno de esa orden, lo que hubiese frustrado su plan. Sobre aviso los makhnovistas, el premeditado ataque bolchevique habría sido infaliblemente rechazado. Sabedoras de ello, las autoridades bolcheviques guardaron secreto hasta último momento.
3º Pero era preciso, por otra parte. ante cualquier posible evento, poder ofrecer una justificación del ataque. He ahí por qué la orden de Frunze no fue publicada en los diarios sino después de la agresión y la ruptura. Apareció por primera vez, el 15 de diciembre de 1920, en el diario de Kharkov El Comunista. cuyo número fue antefechado.

Todas esas maquinaciones tenían por finalidad sorprender a los makhnovistas para poder aplastarlos y explicar posteriormente la agresión, documentos en mano. como perfectamente legítima.

El ataque contra los makhnovistas fue acompañado, ya lo dijimos. de arrestos en masa de anarquistas en toda Ucrania, con la mira. no sólo de aplastar. una vez más, toda propaganda y toda actividad anarquistas, sino también sofocar toda veleidad de protesta. de matar en germen toda tentativa de explicar al pueblo el verdadero sentido de los acontecimientos. y no sólo fueron apresados los anarquistas como tales, sino también quienes se contaban entre sus amigos y relaciones o se interesaban por su literatura.

En Elisabethgrad fueron metidos en la cárcel quince muchachos de quince a dieciocho años. Cierto es que las autoridades superiores de Nicolaiew, cabecera de departamento, se mostraron poco satisfechas de tal captura, pues querían «verdaderos anarquistas», y no niños; pero no es menos cierto que ninguno de ellos fue puesto en libertad en el acto.

En Kharkov, las persecuciones contra los anarquistas asumieron proporciones hasta entonces desconocidas. Se tendíeron asechanzas y emboscadas contra todos los militantes de la ciudad. Una de ellas fue montada en la librería «La Libre Fraternidad», y todo el que entraba a adquirir un libro era apresado y enviado a la Tcheka. y hasta se encarceló a personas que se detenían a leer Nabate, aparecido legalmente antes de la ruptura, pegado como de costumbre en el frente de la librería.

Uno de los anarquistas de Kharkov, Gregorio Tsernik, pudo eludír el arresto y por ello los bolcheviques arrestaron a su esposa, extraña en absoluto a toda actividad política. Ella declaró la huelga de hambre, exigiendo libertad inmediata, y las autoridades le expresaron que se la darían a condición de presentarse su esposo a la Tcheka. y Tsenik, aunque seriamente enfermo, se presentó y quedó encarcelado.

Hemos adelantado igualmente que el estado mayor y el comandante del ejército makhnovista en Crimea, Simón Karetnik, fueron traidoramente apresados y fusilados en el acto. Pero Martchenko, comandante de la caballería, aunque cercado y furiosamente atacado por numerosos destacamentos del IV ejército rojo, logró zafarse y abrirse un paso a través de los obstáculos naturales y las barreras del istmo fortificado de Perekop. Con lo que le quedaba de sus hombres, en marchas forzadas de día y de noche, consiguió reunirse a Makhno (quien, como lo veremos en seguida, consiguió escapar de nuevo de los bolcheviques), en la pequeña aldea de Kermentchik, donde ya se tenia barruntos de la heroica escapada del ejército makhnovista de Crimea y se esperaba con impaciencia su llegada. Al fin, el 7 de diciembre, llegó un jinete a gran galope para prevenir que las tropas de Martchenko llegarían en pocas horas. y los makhnovistas presentes en Kermentchik salieron emocionados al encuentro de los héroes. y la emoción se trocó en angustia cuando pudieron percibir a lo lejos el pequeño grupo de jinetes que se aproximaba lentamente. En lugar del poderoso cuerpo de 1.500 plazas, sólo volvía de la hoguera un puñado de 250 hombres, encabezados por Martchenko y Taranovsky, otro valeroso comandante del ejército insurreccional.

-Tengo el honor de anunciaros el retorno del ejército de Crimea -exclamó Martchenko con amarga ironía.

Algunos insurgentes tuvieron ánimo para sonreír, pero Maknno estaba sombrío. La vista de los lamentables restos de su magnífica caballería le hacía sufrir atrozmente. Callaba, esforzándose por dominar su emoción.

-Sí, hermanos -continúo Martohenko-. Ahora sabemos bien lo que son los comunistas.

Se realizó allí, en seguida, una asamblea general, en que se hizo el relato de los acontecimientos de Crimea. Se supo así que el comandante del ejército, Karetnik, enviado a Gulai-Pole por el estado mayor bolchevique, a pretexto de asistir aun consejo militar, fue traidoramente arrestado en el trayecto; que Gavrilenko, jefe del estado mayor del ejército de Crimea, todos sus integrantes y varios comandantes fueron engañados de modo igual, y todos fusilados de inmediato. La Comisión de cultura y propaganda, en Simferopol, fue arrestada igualmente, aunque sin mediar astucia. Así, el recientemente victorioso ejército insurreccional de Crimea fue traicionado y aniquilado por los bolcheviques, sus aliados de la víspera.

Trasladado a la prisión de Vetcheka, en Moscú, tras de mi arresto en Kharkov, fui llamado un día por Samsonoff, jefe de la sección de operaciones secretas de la Vetcheka. Más que interrogarme, quiso entablar una discusión de principios. Y así llegamos a hablar de los acontecimientos de Ucrania. Yo le expresé sin ambages lo que pensaba de la actitud de los bolcheviques frente al movimiento makhnovista, más que pérfida.

-¡Ah! -replicó vivamente-. ¿La llama pérfida? Eso demuestra su indesarraigable ingenuidad. En cambio, nosotros, los bolcheviques, vemos en ello la prueba de que hemos aprendido mucho desde el comienzo de la revolución y que ahora hemos llegado a ser verdaderos y hábiles hombres de Estado. Esta vez no nos hemos descuidado: mientras tuvimos necesidad de Makhno, supimos aprovecharnos de él, y cuando pudimos prescindir de sus servicios-hasta empezaba ya a sernos molesto-, nos desembarazamos definitivamente de él.

Sin que Samsonoff lo advirtiera, sus últimas palabras -las subrayadas- constituyeron la completa confesión de las mentiras y las reales razones de la actitud bolchevique. Palabras que deben retener quienes desean penetrar la verdadera naturaleza del comunismo de Estado.

Ultima lucha a muerte entre la autoridad y la Revolución (noviembre de 1920-agosto de 1921).

-Entramos ahora a las últimas y más dramáticas peripecias de esta lucha mortal.

A pesar de la preparación minuciosa y el sorpresivo ataque, Makhno se les escapó una vez más a los bolcheviques.

El 26 de noviembre, al ser cercada Gulai-Pole por las tropas rojas, sólo se hallaba en la ciudad un grupo de caballería de unos 250 hombres, entre ellos Makhno, apenas repuesto de su enfermedad y sufriendo atrozmente de sus heridas (un tobillo roto, la más reciente). Con ese puñado de hombres, numéricamente insignificante pero exasperado y resuelto a todo, Makhno se lanzó al ataque y consiguió arrollar al regimiento de caballería rojo que avanzaba hacia Gulai-Pole por el lado de Uspenovka. Así rompieron el cerco enemigo.

Sin pérdida de tiempo se dedicó a organizar los destacamentos de insurgentes que afluían a él de todos lados y algunos grupos de soldados rojos que abandonaban a los bolcheviques para unírsele. Formada una unidad de 1.000 jinetes y 1.500 infantes, emprendió un contraataque.

Ocho días después, entraba de nuevo en Gulai-Pole, tras de derrotar ala 42.& división del ejército rojo y hacer casi 6.000 prisioneros, unos 2.000 de los cuales expresaron su deseo de incorporarse al ejército insurreccional y el resto fue puesto en libertad el mismo día, después de haber asistido aun gran mitin popular .

A los tres días, Makhno descargó otro serio golpe a los boloheviques, cerca de Andreevka. Durante toda la noche y el siguiente día, sostuvo el combate contra dos divisiones rojas, a las que acabó por vencer, haciendo de 8.000 a 10.000 prisioneros, recuperando en seguida su libertad, como en Gulai-Pole, los que no prefirieron plegarse a los insurgentes.

Otros tres golpes consecutivos le asestó Makhno al ejército rojo: cerca de Komar, cerca de Tzarekonstantinovka y en los alrededores de Berdiansk. La infantería de los bolcheviques se batía de mala gana y aprovechaba cualquier ocasión para entregarse prisionera.
 

Los soldados del ejército rojo, apenas caían prisioneros, eran puestos en libertad. Se les aconsejaba volver a sus hogares y no servir más de instrumento del Poder para subyugar al pueblo. Pero, obligados los makhnovistas a constante movilidad, los prisioneros liberados eran reintegrados a los pocos días a sus respectivas unidades. Las autoridades bolcheviques organizaron comisiones especiales para atrapar a los liberados por los makhnovistas, que se hallaban en un circulo mágico del que no podían salir. Para los bolcheviques la cosa era mucho más simple: conforme a las órdenes de la «Comisión especial para la lucha contra la makhnovtchina», todos los makhnovistas prisionoeros eran fusilados en el acto (P. Archinoff, ob. cit., cap. IX).
Por un tiempo, los makhnovistas se regocijaban a la idea de la victoria que alcanzarían. Les parecía que, venciendo a dos o tres divisiones bolcheviques, una buena parte del ejército rojo se les plegaría y el resto se retiraría hacia el Norte. Pero bien pronto los campesinos de diversos distritos trajeron noticias de que los bolcheviques no se conformaban con perseguir al ejército insurreccional, sino que emplazaban en todas las poblaciones conquistadas regimientos completos, especialmente de caballería, y en muchos lugares concentraban considerables fuerzas armadas.

Así fue que Makhno no tardó en verse cercado en Federovka, al Sur de Gulal-Pole, por varias divisiones de caballería y de infantería. El combate se prolongó, sin tregua, desde las dos hasta las dieciséis horas, y. al cabo Makhno pudo abrirse paso en las filas enemigas y escapar en dirección nordeste. A los tres días hubo de entrar nuevamente en combate, cerca de la aldea Constantin, contra muy numerosa caballería y vigorosa artillería dispuestas en cerrado círculo. Por algunos oficiales prisioneros, se enteró Makhno que tenía que vérselas con cuatro cuerpos de ejército: dos de caballería y dos mixtos, y que el comando rojo se proponía cercarlo con el concurso de varias divisiones, que estaban por entrar en contacto con aquéllos. Estos informes concordaban con los suministrados por los campesinos y con
las observaciones y conclusiones de Makhno.

Se hacía ya evidente que la derrota de dos o tres unidades rojas no tenía importancia alguna ante la enorme masa de las tropas lanzadas contra los insurgentes con el fin de obtener una decisión a toda costa. Y que no se trataba ya de lograr una victoria sobre los ejércitos bolcheviques, sino más bien de evitar la derrota definitiva del ejército insurreccional, reducido a unos 3.000 combatientes y obligado cotidianamente a librar batalla contra un enemigo cuatro o cinco veces superior, en
cada encuentro, en número y armas. No era dudosa, en tales condiciones, la catástrofe.

El Consejo de los insurgentes revolucionarios decidió entonces el provisorio abandono de la región meridional, dejando librada a Makhno la dirección del movimiento de retirada general.
 

El genio de Makhno iba a ser sometido a suprema prueba. Parecía absolutamente imposible escapar a la red de tropas tendida en torno al pequeño grupo de insurrectos: 3.(XX) militantes revolucionarios se hallaban cerrados por todas partes por un ejército de no menos de 150.000 soldados. Pero ni por un instante Makhno perdió el ánimo y la sangre fría, entablando un duelo heroico con esas tropas. Rodeado por el círculo infernal de las tropas rojas, avanzaba, tal un legendario titán, librando batalla tras batalla, a la derecha y a la izquierda, adelante y atrás.

Después de haber puesto en derrota a varias unidades rojas y hecho más de 20.000 prisioneros, Makhno como obrando desorientado, a ciegas- se puso al principio en marcha hacia el Este, en dirección a Yuzovska, aunque los obreros de esta región minera le advirtieran que encontraría una ininterrumpida barrera militar; luego se volvió bruscamente hacia el Oeste, cortando por fantásticos caminos, cuyo secreto sólo él conocía. Desde entonces, los caminos comunes fueron abandonados. El movimiento del ejército continuó, por centenares de kilómetros, a través de campos y mesetas cubiertas de nieve y hielo, para lo cual era preciso estar dotado de un sentido del espacio y de una facultad de orientación rayanos en la prodigioso. Ningún mapa ni brújula hubiesen sido de utilidad en semejantes movimientos. Mapa y movimientos pueden indicar la dirección, mas no pueden evitar la caída al fondo de un barranco o al lecho de un torrente, cosa que ni una sola vez le ocurrió al ejército makhnovista. Tal marcha por zonas accidentadas y privadas de caminos sólo fue posible por el perfecto conocimiento de su configuración. La prolongada maniobra permitió al ejército makhnovista evitar los centenares de cañones y ametralladoras enemigas y hasta vencer en Petrovo (gobernación de Kherson) a dos brigadas del I Ejército de caballería roja, que se dejó sorprender, creyendo a Makhno distante cien kilómetros.

Esta lucha desigual se prolongó por varios meses, con incesantes batallas de día y de noche.

Llegado a la gobernación de Kiev , el ejército makhnovista se encontró en una comarca accidentada y rocosa y, de añadidura, en pleno período de grandes heladas, a tal punto que hubo de abandonar toda la artille,ría, municiones y hasta víveres, como asimismo casi todos los vehículos del convoy [2]. Por entonces, dos divisiones enemigas de caballería -llamadas divisiones de cosacos rojos-, acantonadas en la frontera occidental, se agregaron a las fuerzas lanzadas por los bolcheviques contra Makhno.

Toda posibilidad de escapar parecía haberse desvanecido ya.

La comarca ofrecía tan escasos recursos como un cementerio: rocas y escarpados barrancos, todo cubierto de nieve. No se podía avanzar sino con extrema lentitud. Y de un lado y otro, incesantes cortinas de fuego de: cañones y ametralladoras. Nadie confiaba en hallar una salida salvadora. Pero nadie tampoco pensaba en una dispersión, en una vergonzosa fuga. Habían decidido morir juntos, hombro a hombro.

Indecible tristeza la de ver a este denodado puiiado de hombres debatiéndose entre las rocas, bajo el inclemente cielo y el continuado fuego enemigo, dispues..tos a batirse hasta lo último, ya consagrados a la muerte. Desgarrar.\te dolor, mortal angustia se apoderaba de uno, impulsándolo a gri tar desesperado; sí, a gritar, ante el mundo todo, que un crimen espantoso iba a consumarse y que lo más grande de un pueblo, lo que ha producido de más noble y suprime en las épocas heroicas de su historia, iba a ser aniquilado, a perecer para siempre.

Makhno y sus hombres salieron con honor de la dura prueba.

Avanzaron hasta los confines de Galitzia, llegaron hasta Kiev, en cuyas proximidades volvióse a cruzar el Dnieper; entraron en la gobemación de Poltava y en seguida en la de Kharkov; volvieron de nuevo al Norte, hacia Kursk, y, atravesando la vía férrea entre esta ciudad y Belgorod, se encontraron fuera del círculo enemigo, en situación mucho más favorable, dejando atrás a las numerosas divisiones bolcheviques lanzadas en su persecución (IP. Archinoff, ibídem).

La tentativa de captura fracasó.

Pero el desigual duelo entre el puñado de makhnovistas y los ejércitos del Estado bolchevique no estaba aún cerca de su fin.

El comando bolchevique persistía en su jpropósito: apoderarse del núcleo principal de la makhnovtchina y destruirla. Las divisiones rojas de toda Ucrania fueron movilizadas para encontrar y cercar a Makhno. y pronto el cerco de fuego se fue cerrando nuevamente sobre el heroico puñado dle revolucionarios
y la lucha a muerte recomenzó.

En este punto preferimos dejar la pluma a Makhno mismo -transcribiendo la carta que dirigiera a Archinoff- para el relato del doloroso final. En ella pinta admirablemente las últimas convulsiones de la lucha.
 

A los dos días de su partida, querido amigo, tomé la ciudad de Korotcha (gobemación de Kursk), donde hice editar varios millares de ejemplares de los Estatutos de los Soviets libres, y me dirigí, por Varpniarka y por la región del Don, hacia las gobemaciones de Ekaterinoslav y de Taurida. Hube de sostener diariamente encarnizados combates contra la infantería comunista que nos seguía paso a paso, por una parte, y contra el II Ejército de caballería, por otra.

Tú conoces a nuestros jinetes: jamás la caballería roja -de no estar apoyada por destacamentos de infantería y autos blindados- pudo resistirlos. Por ello logré, aunque a costa de importantes pérdidas, abrirme paso sin cambiar de dirección.

Nuestro ejército demostraba cada día que era verdaderamente un ejército popular y revolucionario: en las condiciones materiales en que se encontraba habría debido deshacerse: rápidamente; por lo contrario, no cesaba de acrecerse en efectivos y material.

En una de las batallas serias que hubiuilos de sostener, fueron muertos más de treinta hombres de nuestro destacamento de caballería, la mitad de ellos jefes, entre otros nuestro querido y buen amigo, joven de edad, pero veterano en hazañas de guerra, Gabriel Troian, comandante del destacamento, turnbado de un balazo de ametralladora. A su lado cayeron Apollon y varios otros valerosos camaradas.

A poca distancia de Gulai-Pole se nos umieron tropas frescas, plenas de decisión, encabezadas por Brova y Parkhomenko.

Poco después, la primera brigada de la cuarta división de la caballería de Budienny, con su comandante Maslak a la cabeza, se pasó a nuestro lado. La lucha se hacía de más en más encarnizada.

A principios de marzo (1921) [3] dije a Brova y Maslak que formaran con una parte de las tropas a mi disposición un cuerpo especial, que fue enviado hacia el Don y el Kuban. Otro grupo, a las órdenes de Parkhomenko, fue enviado a la región de Voroneje. (Muerto Parkhomenko más tarde, lo reemplazó un anarquista originario de Tchuguiev.) Un tercer grupo de unos 600 jinetes y el regimiento de infantería de Ivanuk fue dirigido hacia Kharkov.

Hacia la misma época, nuestro buen camarada y revolucionario Vdovitchenko, herido en combate, debió ser trasladado, con una pequeña escolta, a Novospassovka, para su curación. Un cuerpo expedicionario bolchevique descubrió su retiro y los atacó. Nuestros hombres se defendieron como pudieron y, al final, para no ser apresados, Vdovitchenko y su camarada Matrossenko prefirieron suicidarse: éste cayó muerto en el acto, pero a Vdovitchenko le quedó la bala alojada en el cráneo, debajo del cerebro. Los comunistas le cuidaron y le salvaron, de momento, la vida. Pronto tuve sus noticias. Estaba en el hospital de Alexandrovsk y rogaba a sus camaradas que hallaran un medio de liberarle. Se le torturaba atrozmente, apremiándole a renegar de la makhnovtchina, firmando al efecto un documento. Se negaba a ello con desprecio, aunque estuviese tan débil que apenas podía hablar. Vista su negativa, estaba por ser fusilado de un momento a otro. Mas yo no pude saber si lo fue o no.

Hacia esa época yo me hallaba en marcha, con el cruce del Dnieper, hacia Nicolaiev; de allí volví a pasar el Dnieper por arriba de Perekop, dirigiéndome a nuestra región, donde esperaba encontrar algunos de nuestros destacamentos. Pero el comando comunista me había preparado una emboscada cerca de Melitopol. Imposible avanzar; igualmente imposible repasar el Dnieper, cuya corriente, haciendo comenzado a fundirse la capa de nieve que lo cubría, arrastraba bloques de hielo. Hubo que aceptar el combate. Tuve que montar a caballo [4] y dirigir las operaciones.

Una parte de las tropas enemigas fue hábilmente desviada y evitada por los nuestros, y la otra, obligada a mantenerse alerta durante veinticuatro horas, hostigada por patrullas de exploradores. Mientras, yo logré efectuar una marcha forzada de 60 verstas (poco mds de 64 kilómetros), y al 1imanecer del 8 de marzo arrollar a una tercera formación bolchevique, acampada a orillas del lago Molotchny, y ganar, por el estrecho promontorio entre el lago y el mar de Azof, espacio libre en la región de Vorkhny-Tokmak.

De allí envié a Kurilenko a la región de Berdiansk-Melitopol para dirigir el movimiento insurreccional. Yo partí, esperando pasar por Gulai-Pole, hacia la gobernación de Schernigov, de algunos de cuyos distritos habían venido delegaciones campesinas a pedirme que pasara por ellos.

En el trayecto, mis tropas -es decir, las de Petrenko, consistentes en 1.500 jinetes y dos regimientos de infantería- fueron detenidas y cercadas por fuertes divisiones bolcheviques. Tuve que dirigir nuevamente los movimientos del contraataque. Nuestros esfuerzos fueron coronados por el éxito: derrotamos por completo al enemigo, haciendo numerosos prisioneros y apoderándonos de armas, cañones, municiones y cabalgaduras. Pero a los dos días fuimos atacados por tropas frescas y muy valerosas.

He de decirte que estos diarios combates habituaron a nuestros hombres a hacer caso omiso de su vida, a tal punto que hazañas de heroísmo extraordinario, sublime, ni de lejos comparable al coraje más elevado, se hicieron hechos corrientes. Al grito de: «¡Vivir libres o morir combatiendo!» se arrojaban a la pelea, arrollando aun enemigo en mucho superior y poniéndolo en fuga.

En el curso de nuestro contraataque, temerario hasta la locura, una bala me atravesó el muslo y penetró en el bajo vientre, cerca del apéndice, desmontándome. Este incidente frustró nuestro contraataque, determinando un repliegue, por haber sido cortado el impulso de nuestras tropas a causa del grito de uno de los nuestros, poco experimentado, sin duda [5]: «¡Batko está muerto!» Se me transportó, por unas doce verstas, en un vehículo, antes de hacerme cura alguna, y perdí sangre en abundancia. Permanecí tendido sin conocimiento a cuidado de Leo Zinkovsky. Era el 14 de marzo. El 15, a la noche, recobré los sentidos, y me encontré rodeado por todos los comandantes de nuestro ejército y los miembros del estado mayor, Belach al frente, que me pedían firmara la orden de enviar destacamentos de 100 y 200 hombres al encuentro de Kurilenko. Kojin y otros que dirigían el movimiento insurreccional en diversos distritos. Querian que yo me retirase, con un regimiento, a un lugar relativamente tranquilo, hasta poder montar a caballo. Firmé la orden. y además autoricé a Zabudko a formar un destacamento volante, para operar a voluntad en la región, aunque sin perder contacto conmigo. En la mañana del 16 ya habían partido todos esos destacamentos, salvo una pequeña unidad especial que me acompañba. En eso, la  IX División de caballería roja cayó sobre nosotros, obligándonos a levantar campamento, prosiguiendo la persecución durante trece horas, en un recorrido de 180 verstas. Llegados finalmente a la aldea Sloboda, a orillas del mar de Azof, pudimos cambiar caballos y hacer un alto de cinco horas. Al amanecer del 17 de marzo reanudamos la marcha hacia Novospassovka; pero, recorridas 17 verstas, chocamos con otras fuerzas frescas de caballería, que habían sido lanzadas tras Kurilenko, a quien perdieron de vista, y así dieron con nosotros. Después de habernos seguido unas 25 verstas (estábamos deshechos de fatiga, totalmente agotados y realmente incapaces, esta vez, de combatir), esa caballería se nos vino resueltamente al ataque.

¿Qué hacer? Yo ni siquiera podía no ya montar, sino incorporarme; estaba acostado en el fondo del vehículo y veía un cuerpo a cuerpo espantoso -un hacheamiento- a unos 200 metros. Nuestros hombres morían por mí, por no abandonarme. Y, al fin y al cabo, no había medio alguno de salvación, ni para ellos ni para mí. El enemigo era cinco o seis veces más numeroso y recibía reservas frescas. En eso, los que servían nuestras ametralladoras Lewis -las cinco que tenía conmigo desde tanto tiempo, a las órdenes de Micha, originario de la aldea Schernigovka, cerca de Berdiansk- se acercaron al vehículo y uno habló: «Batko: su vida es indispensable para la causa de nuestra organización campesina, causa que amamos, y por la que pronto hemos de morir. Pero nuestra muerte le salvará, junto con los fieles camaradas que se encarguen de cuidarlo. No se olvide de repetir estas palabras a nuestras familias.» Uno me abrazó, y ya no volví a ver a ninguno de ellos cerca. Al momento, Leo Zinkovsky me llevó en brazo a un carro campesino hallado por ahí. Oía el crepitar de ametralladoras y estallar las bombas a lo lejos: nuestros lewinistas les cerraban el paso a los bolcheviques...

Tuvimos tiempo de adelantarnos tres o cuatro verstas y pasar el vado de un río: estábamos a salvo. Pero nuestros ametralladoristas habían muerto todos, sin ceder un paso. Tiempo después, pasamos por el lugar, y los campesinos de la aldea Starodubovka nos señalaron la fosa común en que habían sido sepultados. Aún ahora, mi querido amigo, no puedo retener las lágrimas al pensar en estos valerosos combatientes, sencillos campesinos. Con todo, debo decírtelo, me parece que ese episodio me curó. Esa misma noche pude montar, y abandoné la región.

En abril restablecí el contacto con todos los destacamentos de nuestras tropas. Los menos distantes recibieron orden de dirigirse a la región de Poltava. En mayo se juntaron allí las unidades de Tomás Kojin y de Kurilenko y formaron un cuerpo de 2.000 jinetes y algunos regimientos de infantería. Se decidió marchar hacia Kharkov y echar de ella a sus dominadores, los del Partido Comunista. Pero éstos estaban en guardia y mandaron a mi encuentro más de sesenta autos blindados, varias divisiones de caballería y una nube de infantes. La lucha contra estas tropas duró semanas.

Un mes después, el camarada Stchuss fue muerto en batalla, en la región de Poltava. Estaba de jefe del estado mayor del grupo de Zabudko, cumpliendo bravamente su deber, como siempre.

Un mes más tarde le llegó la vez a Kurilenko. Estaba cubriendo el cruce de las vias férreas, ocupado personalmente en emplazar los destacamentos y al frente de la vanguardia siempre. Un día fue sorprendido por los jinetes de Budienny y pereció en la refriega.

El 18 de mayo la caballería de Budienny marchaba de la región de Ekaterinoslav hacia el Don para dominar una revuelta de campesinos, a cuyo frente se encontraban nuestros camaradas Brova y Maslak (el jefe de la primera brigada del ejército de Budienny, que se había plegado a nuestras tropas con todos sus hombres).

Nuestro grupo estaba formado por varios destacamentos reunidos a las órdenes de Petrenko-Platonoff, del que formábamos parte también nuestro estado mayor principal y yo. Ese día, el grupo se encontraba a quince o veinte verstas del camino seguido por el ejército de Budienny. Sabiendo éste que yo me hallaba con tal grupo de fuerzas, se dejó seducir por la escasa distancia que nos separaba y ordenó al jefe del destacamento de autos blindados (el número 1) -que habría de participar en el aplastamiento de los campesinos del Don- que bloqueara, con 16 autos blindados, el acceso a la aldea Novogrigorievka, mientras él mismo marchaba, a campo traviesa, al frente de una parte de la XIX División de caballería (anteriormente división del servicio interior), en dirección a esa aldea. Llegó a ella antes que los autos blindados, que debían evitar los barrancos, buscar vados para el cruce de las corrientes de agua, disponer centinelas, etcétera. Al corriente de todos estos movimientos por la vigilancia de nuestros exploradores, pudimos tomar precauciones. Y cuando Budienny apareció a la vista de nuestro campamento nos lanzamos a su encuentro.

En un abrir y cerrar de ojos, Budienny, que galopaba fieramente en primera fila, volvió grupas y huyó, infame cobarde, abandonando a sus compañeros. El combate que se entabló fue una pesadilla. Los soldados rojos lanzados contra nosotros habían permanecido hasta entonces en la Rusia Central, para «asegurar el orden interiora». No habían combatido a nuestro lado en Crimea; no nos conocían, pues. Se les había engañado, diciéndoles que éramos vulgares bandidos, y fue para ellos punto de honor no retroceder ante malhechores. En cuanto a los insurgentes, se sentían en su derecho y estaban firmemente decididos a vencer y desarmar al enemigo. Este combate fue el más encarnizado de cuantos sostuvimos, antes y después. Terminó con la completa derrota de las tropas de Budienny, lo que provocó la descomposición de su ejército y la deserción de muchos soldados.

Formé en seguida un destacamento de hombres originarios de Siberia y lo envié allí, provisto de lo necesario, a las órdenes del camarada Glasunoff. A principios de agosto de 1921 supimos por los diarios bolcheviques que este destacamento había hecho su aparición en la región de Samara. Luego no oí hablar más de él.

No cesamos de combatir durante todo el verano de 1921.

La excesiva sequía de ese verano y la mala cosecha resultante en las gobernaciones de Ekaterinoslav, Taurída y, particularmente, en las de Kherson y Poltava, como asimismo en la región del Don, nos forzaron a dirigirnos, por una parte, hacia el Kuban, el bajo Tzaritzin y Saratov, y, por otra, hacia Kiev y Tchernigov. Por este lado, la lucha era dirigida por el camarada Kojin. Cuando nos reencontramos me entregó unos paquetes de papeles, en que se consignaban las decisiones adoptadas por los campesinos de la gobernación de Tchernigov, expresando su voluntad de sostenernos  enteramente en nuestra lucha.

Yo hice una expedición hacia el Volga, con los destacamentos de los camaradas Zabudko y Petrenko; luego me replegué hacia el Don, hallando en el trayecto a varias de nuestras unidades, cuya conjunción realicé y las uní con el grupo de Azof (el antiguo grupo de Vdovitchenko).

A principios de agosto de 1921, se decidió, a causa de la gravedad de mis heridas, mi partida al extranjero, con algunos de mis comandantes, para seguir un tratamiento serio. Por esa misma época también resultaron heridos gravemente nuestros mejores comandantes: Kojin, Petrenko y Zabudko. El 13 de agosto, acompañado de unos cien jinetes, me dirigí hacia el Dnieper, que cruzamos en la mañana del 16, entre Orlik y Krementchug, con ayuda de 17 barcas de pescadores. Ese día fui herido seis veces, aunque ligeramente. En el trayecto enconttamos varios de nuestros destacamentos, a los que explicamos las razones de nuestra partida al extranjero. Y todos nos expresaron lo mismo: «Vaya y cuídese bien, Batko, y luego vuelva en nuestro auxilio.»

El 19 de agosto, a 12 verstas de Bobrlnetz, nos topamos con la 7ª. división de caballeria del ejército rojo, acampado a lo largo del río Ingulets. Volver sobre nuestros pasos significaba correr a nuestra perdición, pues habíamos sido avistado por un regimiento de caballería, a nuestra derecha, que se adelantó en seguida para cortarnos la retirada. Rogué a Kinkovsky que me pusiera a caballo, y en un parpadeo, desnudos los sables y al grito de jhurra!, nos precipitamos hacia las ametralladoras de la división, agrupadas en una aldea. Así conseguimos 13 ametralladoras Maxim y 3 Lewis. y luego continuamos nuestra marcha. Pero, apenas en posesión de las ametralladoras, toda la división formó en batalla y nos atacó. Estábamos en una ratonera. Pero atacamos sin perder ánimo, y arrollamos al 38 regimiento y a la división. Abierto el paso, recorrimos 110 verstas sin detenernos, sin dejar de defendernos contra incesantes ataques de esas tropas, de las que acabamos por escapar, después de haber perdido a 17 de nuestros mejores compañeros.

El 22 de agosto, hubo aún que ocuparse de mí: una bala me penetró por el cuello y salió por la mejilla derecha. Otra vez acostado en el fondo de un vehículo. Pero eso no hizo sino acelerar nuestra marcha. El 26, hubimos de sostener otro combate con los rojos, en el que perdimos a nuestros mejores camaradas y combatientes: Petrenko, Platonoff e Ivanuk.

Me vi obligado a modificar por última vez nuestro itinerario.

El 28 de agosto, cruzamos el Dniester. Heme ya en el extranjero...

Así tenninó, a fines de 1921, el gran drama popular de Ucrania, drama que representa un trozo de historia del pueblo -no de partidos, autoridades o sistemas de opresión- y que sin embargo, o por esa razón precisamente, no es ni siquiera sospechado fuera de Rusia, a excepción de los ambientes anarquistas y al.
gunos círculos reducidos, pues todos esos hechos han sido cuidadosamente ocultados por los superhombres patentados y sus acólitos. Porque la verdad histórica habría precipitado de su pedestal de arcilla a todos esos pigmeos, lo mismo que la verdadera revolución popular arrojará al polvo para siempre a todos los superhombres del poder, cualesquiera sean. y no faltarán entonces hombres que sepan y quieran escribir, al fin, la verdadera historia de los pueblos.

Con sus numerosas divisiones, no hesitando ante las más terribles medidas de represión y de violencia, el gobierno bolchevique logró aplastar rápidamente o dispersar a los últimos destacamentos makhnovistas, errantes por la región. Igualmente acabó con la resistencia de las últimas tropas petluristas en el Sudoeste y la de las numerosas formaciones campesinas, de muy variada naturaleza, en estado de espontánea revuelta contra los nuevos señores o que se habían echado al monte para sustraerse al implacable castigo.

Makhno, con algunos de sus camaradas de lucha, se había refugiado en el extranjero y ya no volvió más a su país natal.

La entera Ucrania fue sometida a la dictadura bolchevique.

Notas

1 Frunze cita varios casos de soldados rojos que fueron desarmados y aun muertos por los makhnovistas. Ahora bien: todos los casos citados fueron examinados por él mismo, Rakovsky y los representantes de los makhnovistas, en Kharkov, estableciéndose de modo indiscutible: 1º que el ejército makhnovista no estaba por nada implicado en esos hechos; 2º que, si se habían cometido actos hostiles al ejército rojo, lo fueron por ciertos destacamentos militares que no formaban parte del ejército makhnovista, a causa sobre todo de que las autoridades bolcheviques habían descuidado de publicar, oportunamente y de modo inteligible, su acuerdo con los insurgentes. En efecto, se sabía de numerosos destacamentos militares no incorporados al ejército makhnovista (volveremos sobre ello más adelante en otro orden de ideas), operantes en diversos puntos de Ucrania. La mayor parte de esos destacamentos. aun operando a su voluntad. prestaban oído, sin embargo, a la opinión y la actitud del ejército insurreccional. Y habrian por cierto cesado toda hostilidad contra las autoridades y el ejército soviéticos de haber conocido el acuerdo con los makhnovistas.
Frunze trata de justificar su orden al modo de los jesuitas, con argumentos en apariencia plausibles, pero falsos en realidad. Pues él no puede aportar sino un argumento verdadero: el deseo de los bolcheviques de desembarazarse definitivamente del ejército y del movimiento makhnovistas, toda vez que el poder bolchevique no tenía ya necesidad del ejército insurreccional. Si lo confesara. se explicaria su actitud. Pero pondría en evidencia las mentiras del gobierno y su verdadera actitud respecto a las masas laboriosas. Esta necesidad de ocultar al pueblo la verdadera razón de la ruptura es la mejor confesión. la mejor proeba
del espíritu antipopular. antisocial y antirrevolucionario de toda la política bolchevique. Si esa actitud y esa política eran leales y justas, ¿por qué habría de procurar engañar?

2 No olvidemos que este ejército aspiraba a permanecer como tal, esperanzado de seguir siendo útil a la causa. Tal la razón que lo incitaba a persistir en sus denodados esfuerzos (Volin).

3 Ha de recordar el lector que fue justamente por esa fecha que se inició la rebelión de Cronstadt. La afirmación bolchevique de que Makhno había participado indirectamente en ese movimiento tenía, pues, cierta base (V.).

4 Como ya se ha dicho, había sido herido de un balazo que le fracturó un tobillo. Por ello no montaba a caballo sino en caso de extrema necesidad.

5 Makhno quiere decir que no sabía que no hay que lanzar tales gritos en plena batalla.

 


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