LAS OFENSIVAS DE DENIKIN Y EL DERRUMBE FINAL


Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.



La resistencia de los makhnovistas.

-Dice Archinoff certeramente: «Los estatistas temen al pueblo libre y afirman que éste, sin autoridad, perdería la sociabilidad, se disgregaría y volvería al salvajismo. ¡Absurdas expresiones autoritarias de parásitos, de aficionados a la autoridad, o de «pensadores» ciegos al servicio del privilegio!»

Ya el enemigo mortal del trabajo y de la libertad, la Autoridad cercaba a la región y la amenazaba por dos lados. Del Sudeste ascendían las tropas de Denikin, y del Norte descendía el ejército del Estado comunista.

Denikin llegó el primero, en los días subsiguientes al derrumbe del hetman. Algunos destacamentos contrarrevolucionarios del general Chkuro se infiltraron por el lado del Don y del Kuban y se acercaron a Pologui y Gulai-Pole. La tropa makhnovista hizo frente a esta primera amenaza. Su infantería y su caballería eran eficientes y entusiastas. La infantería estaba organizada de un modo especial y original; se desplazaba como la caballería, pero no a caballo, sino en carruajes con resortes, ligeros, llamados en Ucrania meridional tatchanka. Marchando a la par de la caballería, esta infantería rodante podía hacer cómodamente de 60 a 70 kilómetros por día y, de ser necesario, hasta 90 ó 100. La caballería era una de las mejores del mundo y sus ataques, fulminantes e irresistibles. Muchos de los campesinos revolucionarios eran veteranos, pues habían participado en la guerra de 1914. Detalle importante. Ello permitió a la población campesina remediar, en cierta medida, el agotamiento de los combatientes, ya que en algunos lugares expuestos del frente, éstos eran reemplazados por algunos centenares de campesinos de los alrededores. Los exhaustos les daban sus armas y volvían a sus lugares de descanso para, después de dos o tres semanas, reintegrarse a las filas. En algunas épocas, los campesinos llegaban al frente de combate, y los combatientes se dirigían a la labor de los campos.

Los campesinos se dedicaron desde un principio al aprovisionamiento regular de las tropas. El centro fue Gulal-Pole, adonde llegaban víveres y forrajes que se enviaban en seguida al frente. No previó en absoluto Denikin la resistencia extrema de los makhnovistas; contaba con la lucha inminente entre el Directorio de Petlura y los bolcheviques y esperaba aprovecharla para establecer su frente en el límite norte del departamento de Ekaterinoslav. Pero chocó inopinadamente con el excelente y tenaz ejército de los insurgentes. Después de las primeras batallas, el ejército de Denikin se retiró hacia el Don y el mar de Azof. Pronto quedó libre toda la extensión desde Pologui hasta el mar; los makhnovistas ocuparon estaciones ferroviarias e importantes ciudades como Berdiansk y Mariupol.

A partir de enero de 1919, el primer frente contra Denikin fue sólidamente establecido, extendido sobre más de 100 kilómetros en la dirección este y nordeste de Mariupol. Denikin se fortalecía y acentuaba sus incursiones y sus ataques.

Seis meses resistieron los revolucionarios la embestida contrarrevolucionaria. El general Chkuro tenía también excelente caballería y empleaba iguales estratagemas: sus destacamentos penetraban profundamente en la retaguardia makhnovista y se desparramaban rápidamente, destruyendo, quemando y masacrando cuanto podían, para desaparecer como por encanto y aparecer de repente en otro lugar y cometer las mismas devastaciones.

La que sufría exclusivamente era la población laboriosa, en venganza por la ayuda eficaz que ésta procuraba a los insurrectos y por su hostilidad evidente contra los denikistas. Se esperaba provocar así una reacción contra la revolución. La población judía, radicada desde hace mucho tiempo en la región de Azof, en colonias especiales, sufría igualmente las incursiones. Los judíos eran masacrados por los denikistas, quienes trataban además de fomentar un movimiento popular antijudío, lo que le habría facilitado la tarea.

Ni sus efectivos bien armados, ni sus ataques furiosos, bastaron a los denikistas para reducir a los insurrectos, impulsados por un gran ardor revolucionario y muy hábiles en la guerra de emboscada. En seis meses de luchas terribles, el general Chkuro recibió más de una vez tales arremetidas de las tropas de Makhno, que sólo retiradas precipitadas de 80 a 120 kilómetros lo salvaron de una derrota completa. Los makhnovistas llegaron cinco o seis veces hasta los muros de Taganrog. Entonces, sólo la falta de combatientes y de armas impidió a Makhno destruir la contrarrevolución de Denikin.

El odio sanguinario de los oficiales de Denikin contra los makhnovistas asumía proporciones increíbles; se torturaba refinadamente a los prisioneros; se les despedazaba a menudo con explosiones y se les quemaba vivos sobre planchas de hierro al rojo, según se relató verídicamente por la prensa de los revolucionarios.

El talento militar de Makhno se reveló magníficamente y fue reconocido hasta por sus enemigos, lo que no obstó-al contrario- para que el mismo Denikin ofreciese medio millón de rublos a quien. capturara o matase a Makhno.

Entretanto, las relaciones entre makhnovistas y bolchevistas eran escasas, pero amigables. En enero de 1919, cuando los makhnovistas rechazaron al ejército de Denikin hasta el mar de Azof, después de duros combates, se apoderaron de un centenar de vagones de trigo. Makhno y el estado mayor pensaron enviar este botín a los obreros hambrientos de Moscú y de Petrogrado; y la masa de los insurrectos aprobó esta decisión con entusiasmo. Con los cien vagones de trigo partió una delegación makhnovista, que fue recibida calurosamente por el soviet de Moscú.

Aparición de los bolcheviques en la región liberada. Contactos amistosos. Tratativas. Colaboración del ejército makhnovista con el ejército rojo «por la causa común».

-Los bolchevistas aparecieron mucho más tarde que Denikin en el territorio makhnovista; hacía algunos meses que éstos combatían a aquél cuando la primera división bolchevique, procedente del Norte y dirigida por Dybenko, llegó a Sinelnikovo sin dificultad.

Entonces, Makhno y todo su movimiento revolucionario eran en el fondo desconocidos para los bolcheviques. La prensa comunista sólo había hablado de Makhno como rebelde audaz que prometía mucho. Sus luchas contra Skoropadsky, Petlura y Denikin le granjearon la tolerancia de los jefes comunistas que, naturalmente, esperaban incorporarlo con sus partidarios a su ejército rojo. Por eso le cantaban loas y le consagraban columnas de prensa sin haberlo conocido en persona.

Cedamos la pluma, una vez más, a Pedro Archinoff:
 

El primer contacto de los combatientes bolcheviques con los makhnovistas ocurrió en marzo de 1919, bajo los mismos auspicios de benevolencia y alabanzas de parte de aquéllos.

Makhno fue inmediatamente invitado a unirse con todos sus destacamentos al ejército rojo, a fin de vencer a Denikin. Las diferencias políticas e ideológicas entre bolcheviques y makhnovistas se consideraba que no podían, de modo alguno, obstar a la unión sobre la base de una causa común. Las autoridades bolcheviques dejaron entender que las particularidades del movimiento insurreccional serian para ellos inviolables.

Makhno y su estado mayor advertían perfectamente que la llegada del Poder comunista, en la persona de sus autoridades y su ejército, constituía una nueva amenaza para la libertad de la región; veían en ella el preanuncio de una guerra civil de nueva especie. Pero ni Makhno, ni el estado mayor, ni el Consejo regional deseaban esta guerra, porque ella podría tener funesta influencia sobre la suerte de toda la revolución ucraniana. No se perdía de vista, desde luego, la franca y bien
organizada contrarrevolución que se aproximaba por el Don y el Kuban, con la que no había sino un trato posible: el de las armas.

Este peligro aumentaba de día en día. Los insurgentes mantenían cierta esperanza de que la lucha con los bolcheviques se limitaría al terreno ideológico, en cuyo caso podrían permanecer absolutamente tranquilos en cuanto a su región, porque el vigor de las ideas libertarias, el buen sentido revolucionario y la desconfianza de los campesinos hacia los elementos extraños a su libre movimiento, eran las mejores prendas de la libertad de la región.

La opinión general de los guías de la insurrección coincidía en la necesidad de concentrar por el momento todas las fuerzas contra la reacción monárquica y de no ocuparse, sino después de haberla vencido, de los disentimientos ideológicos con los bolcheviques. Fue en tal sentido que se realizó la conjunción del ejército makhnovista con el ejército rojo.

He aquí las cláusulas esenciales del acuerdo: a) El ejército insurreccional conservará intacta su organización interna; b) recibirá a comisarios políticos, nombrados por la autoridad comunista; c) no se subordinará al supremo comando rojo sino esrictamente en lo concerniente a las operaciones milítares propiamente dichas; d) no podrá ser desplazado del frente de Denikin [1]; e) recibirá municiones y aprovisionamientos igual que el ejército rojo; f) conservará su nombre de Ejército insurreccional revolucionario y sus banderas negras (la bandera de los anarquistas).

Al ejército makhnovista se le designó, en la formación conjunta, como Tercera brigada. (Más tarde se le nombró Primera división insurreccional revolucionaria, y más tarde aún, al recuperar su independencia, adoptó el nombre definitivo de Ejército insurreccional revolucionario de Ucrania).

El punto más importante para el ejército makhnovista era, naturalmente, el conservar su organización interna. No se trataba, pues, de una incorporación orgánica al ejército rojo, sino únicamente de un pacto de estrecha cooperación.

Esta es la ocasión de ocuparnos de la organización interna del ejército insurreccional, basada en tres principios esenciales:

1º el voluntariado; 2º la elegibilidad de todos los puestos de comando; 3º la disciplina libremente consentida.

El voluntariado significaba que el ejército se componía únicamente de combatientes revolucionarios incorporados a él de buen grado.

La elegibilidad consistía en que los comandantes de todas las unidades, los miembros del estado mayor y del Consejo, así como, de manera general, cuantos ocuparan puestos importantes, debían ser elegidos o bien aceptados definitívamente (en caso de ser designados de urgencia por el comando) por los insurgentes de la unidad respectiva o por el conjunto del ejército.

La disciplina libremente consentida se basaba en que todas las reglas de la disciplina eran elaboradas por comisiones de insurgentes y validades luego en asambleas generales de las unidades del ejército. Una vez así establecidas, debían ser rigurosamente observadas bajo la responsabilidad personal de cada insurgente y de cada comandante.

El acuerdo entre los bolcheviques y el ejército insurreccional fue estrictamente militar. Toda cuestión política quedó voluntariamente excluida. Ello permitió, a la población laboriosa de la región libre, seguir la misma línea de evolución -o más bien de revolución- económica y social seguida hasta entonces, actívidad absolutamente libre de los trabajadores que no admitía poder alguno en su región. Pronto veremos que ésta fue la única causa de la ruptura entre los bolcheviques y los guerrilleros, de las viles y cínicas acusaciones de aquéllos contra éstos y de la agresión armada de los comunistas contra la región libre.

La mentalidad y la actividad de las masas en la región libre. Las miras bolcheviques. Primeras actitudes hostiles de los bolcheviques.

-Desde la creación del Consejo regional, en febrero de 1919, la población se sintió unida y organizada. Este sentimiento y el espíritu de solidaridad incitaron a los campesinos a plantearse otros problemas concretos de gran urgencia.

Se comenzó por organizar por doquiera los soviets locales libres, lo que, dadas las circunstancias, se realizó lentamente; los campesinos se atenían firmemente a esta idea, sintiendo que ella era la única base sana para la construcción de una verdadera comunidad libre.

En seguida surgió el problema de unir, directa y sólidamente, a los campesinos y los obreros de las ciudades, unión que debía ser establecida, en opinión de aquéllos, directamente con las empresa y las organizaciones obreras mismas, fuera de los partidos políticos, de los organismos de Estado o de sus funcionarios intermediarios. Sentían ellos, intuitivamente que tal unión era indispensable para la consolidación y el desenvolvimiento ulterior de la Revolución. Por otra parte, el campesinado y los insurgentes advertían perfectamente que semejante unión entrañaría fatalmente la lucha con el partido gubernamental, que no renunciaría, por cierto, a su dominio sobre las masas. No se tomaba, sin embargo, demasiado en serio este peligro; se estimaba que, una vez unidos campesinos y obreros, podrían fácilmente decir: "¡Abajo las garras!» a todo poder político que intentara subyugarlos.

De todos modos, la unión libre y directa de campesinos y obreros aparecía como el único medio natural y fecundo de realizar definitivamente la verdadera Revolución emancipadora y de eliminar todo elemento capaz de trabarla, desnaturalizarla o sofocarla. En tal sentido fue planteado, discutido y examinado por doquiera el problema de la unión con los obreros de las ciudades, hasta llegar a ser la voz de orden de toda la región insurreccional.

Va de suyo que, en presencia de semejante mentalidad de la población y de las disposiciones tomadas en tal sentido por toda la región los partidos políticos, y en particular el comunista, no podrían esperar éxito alguno. Cuando los partidos políticos aparecían con sus programas y sus planes de organización estatista, se les acogía fríamente, con indiferencia ya menudo con cierta hostilidad, mofándose con frecuencia de sus militantes y agentes como de entremetidos, con despropósitos, en asuntos de los demás. Las autoridades comunistas que se infiltraban en la región, adoptando poses de amos, eran recibidas como elementos extraños e importunos, haciéndoles comprender francamente que se les tenía por intrusos e impostores.

Al principio, los bolcheviques confiaban superar esta resistencia pasiva. Con la absorción del ejército makhnovista en el ejército rojo, que ellos esperaban, tendrían las manos libres para reducir a su merced a la población. Mas pronto se percataron de que esta esperanza era infundada. La masa campesina de la región nada quería saber de los representantes gubernamentales bolcheviques. Los ignoraba, los boicoteaba; aun, a veces, los maltrataba. En un punto y otro y otro, los campesinos armados comenzaron a expulsar de sus aldeas a las comisiones extraordinarias (Tcheka). En Gulai-Pole, los comunistas ni siquiera se atrevieron a establecer una institución cualquiera. En otros lugares, las tentativas de implantar tal o cual administración comunista provocaron choques sangrientos entre la población y las autoridades, cuya situación se hacía extremadamente penosa en la región. En cuanto al ejército makhnovista, era intratable.

Los bolcheviques emprendieron entonces una lucha organizada y metódica contra la makhnovtchina como idea y como movimiento social.

Como de costumbre, la prensa fue la primera en entrar en campaña. Por órdenes de arriba se dio a criticar el movimiento makhnovista, tachándolo de movimiento de campesinos ricos (kulaks) y de contrarrevolucionarias a sus ideas y palabras de orden, y condenando su actividad como nociva a la Revolución. Amenazas directas contra los guías del movimiento comenzaron a aparecer, con creciente insistencia, en los diarios, los discursos y las órdenes de las autoridades centrales. Bien pronto la región fue prácticamente bloqueada. En ciertos lugares, las autoridades comunistas establecieron barreras, de modo que los militantes revolucionarios que se dirigían a Gulai-Pole o volvían de ella, eran arrestados en el camino y, a menudo, desaparecían. y acto continuo, el aprovisionamiento del ejército insurreccional fue considerablemente reducido.

Todo esto no auguraba nada bueno.

El III Congreso de la región libre. El primer atentado directo de los bolcheviques contra la región.

-Bajo el signo de estas nuevas complicaciones y amenazas se reunió el III Congreso de campesinos, obreros y guerrilleros, en Gulai-Pole, el 10 de abril de 1919. Se proponía fijar claramente las tareas inmediatas y pronunciarse sobre las perspectivas de la vida revolucionaria de la región.

Representantes de 72 distritos, representando a más de dos millones de personas, participaron en él. Lamentamos no tener a mano las actas de las sesiones. En ellas se vería claramente con qué animación y, al par, con qué sagacidad y clarividencia buscaba el pueblo, en la Revolución, su propio camino, sus propias formas de vida nueva.

Hacia el final de este Congreso, estalló el drama desde tanto tiempo previsto. Había llegado al Congreso un telegrama de Dybenko, comandante de la división bolchevique, declarando contrarrevolucionario al Congreso y fuera de la ley a sus organizadores. Tal fue el primer atentado directo de los bolcheviques contra la libertad de la región. El entrañaba, al par, una declaración de guerra al ejército insurreccional.

El Congreso comprendió perfectamente el alcance de este ataque, contra el que votó, en el acto, una protesta indignada, en segulaa .lmpresa y difundida entre los campesinos y los obreros de la región. Días después, el Consejo revolucionario militar envió a las autoridades comunistas, en la persona de Dybenko, una respuesta detallada, en la que subrayaba el verdadero papel desempeñado por la región en la Revolución y desenmascaraba a quienes, en realidad, la desviaban reacctonariamente.

Aunque extensa, nos permitimos citar esta respuesta íntegramente, porque sitúa admirablemente a las dos partes en presencia.
 

¿Contrarrevolucionario?

El camarada Dybenko declaró contrarrevolucionario al Congreso convocado en Gulai-Pole para ello de abril y puso fuera de la ley a sus organizadores. quienes deberán sufrir, según él, la más severa represión. Transcribimos textualmente su telegrama:

«Novo-Alexeievka, número 283, ello, a las 2 h. 45. Para hacer llegar al camarada Padre Makhno [2], estado mayor de la división Alexandrovsk. Copia Volnovakha, Mariupol, hacen llegar al camarada Makhno. Copia al soviet de Gulai-Pole.

Todo Congreso convocado en nombre del estado mayor revolucionario militar, disuelto por mi orden, será considerado como manifiestamente contrarrevolucionario y sus organizadores se expondrán a las más severas medidas represivas que llegan hasta a declararlos fuera de la ley. Ordeno tomar inmeditamente medidas para que semejantes cosas no se produzcan más. Firmado: Dybenko, comandante de la división.»

Antes de declarar contrarrevolucionario al Congreso, el camarada Dybenko no se ha tomado el trabajo de informarse por quién y con qué fin ese Congreso fue convocado. Lo que le hace decir que lo fue por el estado mayor revolucionario disuelto, habiéndolo sido en realidad por el Comité ejecutivo del Consejo revolucionario militar. Por consiguiente, los miembros de este Consejo, que lo convocaron, no saben si ellos son declarados fuera de la ley ni si él Congreso es considerado por el camarada Dybenko como contrarrevolucionario.

Si es así, permitid que expliquemos aV. Excelencia por quién y con qué fin este Congreso -manifiestamente contrarrevolucionario en vuestra opinión- ha sido convocado. y entonces no os parecerá tal vez tan espantoso como os lo imagináis.

El congreso, como se ha dicho ya, fue convocado por el Comité ejecutivo del Consejo revolucionario militar de la región de Gulai-Pole. Se trata del tercer Congreso regional, convocado con el propósito de determinar la línea de conducta futura del Consejo revolucionario militar (veis, pues, camarada Dybenko, que se han celebrado ya tres de estos congresos contrarrevolucionarios). Surge la cuestión: ¿De dónde procede y con qué fin fue creado el Consejo revolucionario militar regional mismo? Si no lo sabéis aún, camarada Dybenko, vamos a decíroslo. El Consejo revolucionario militar regional fue formado conforme a la resolución del Segundo Congreso, que tuvo lugar en Gulai-Pole el 12 de febrero del año corriente (veis, pues, que hace ya mucho tiempo; vosotros no estabais aún aquí). El Consejo fue creado entonces para organizar a los combatientes y proceder a la movilización voluntaria, porque la región estaba rodeada de blancos y los destacamentos de guerrilleros compuestos de los primeros voluntarios no bastaban ya para sostener el amplio frente. No había en ese momento tropas soviéticas en nuestra región, y, además, la población no contaba con su intervención, considerando la defensa de la región como su propio deber. Es con ese fin que se formó el Consejo revolucionario militar, compuesto, según la resolución del Segundo Congreso, por un delegado de cada distrito, en total 32 miembros representantes de los distritos de Ekaterinoslav y de Taurida.

Más adelante daremos explicaciones sobre el Consejo revolucionario militar. Ahora se plantea la cuestión: ¿De dónde procede el Segundo Congreso regional?; ¿quién lo convocó?; ¿quién lo autorizó?; los que lo convocaron, ¿están fuera de la ley? y si no, ¿por qué?

El Segundo Congreso regional fue convocado en Gulai-Pole por un grupo de iniciativa compuesto de cinco personas elegidas por el Primer Congreso. El Segundo Congreso tuvo lugar el 12 de febrero del año corriente y, para nuestro asombro, las personas que lo convocaron no fueron puestas fuera de la ley, porque no existían entonces aún esos héroes que se atreven a atentar contra los derechos del pueblo conquistados a costa de su propia sangre.

Es de plantear ahora: ¿De dónde salió el Primer Congreso regional?; ¿quién lo convocó?; el que lo convocó, ¿no fue puesto fuera de la ley?; ¿por qué no? Camarada Dybenko, al parecer sois muy nuevo en el movimiento revolucionario de Ucrania, y es preciso enseñaros sus comienzos mismos. y bien, vamos a hacerlo; y después de conocerles os rectificaréis tal vez algo.

El Primer Congreso regional tuvo lugar el 23 de enero del año corriente en el primer campo insurreccional, en la Gran-Mikailovka. Estaba compuesto de delegados de los distritos situados cerca del frente de Denikin. Las tropas soviéticas estaban entonces muy lejos... La región estaba separada del mundo entero: por un lado estaban los denikistas, por otro los petluristas; y entonces no existían más que los destacamentos de guerrilleros, con Batko Makhno y Stchuss a la cabeza, en lucha contra unos y otros. Las organizaciones y las instituciones sociales no tenían entonces siempre los mismos nombres. En tal aldea había un soviet, en tal otra una regencia popular, en una tercera un estado mayor militar revolucionario, en una cuarta una regencia provincial, etc...; pero el espíritu era en todas partes igualmente revolucionario.

Para consolidar el frente, así como para crear una cierta uniformidad de organización y de acción en la región entera, se organizó el Primer Congreso. Nadie lo había convocado; se reunió espontáneamente, según el deseo y con la aprobación de la población. En el Congreso se hizo la proposición de arrancar del ejército de Petlura a nuestros hermanos movilizados por la fuerza. Con este fin, una delegación de cinco miembros fue elegida y encargada de presentarse al estado mayor de Batko Makhno y otros estados mayores si fuera preciso y penetrar hasta el ejército del Directorio ucraniano (Petlura) para explicar a nuestros hermanos movilizados que habían sido engañados y debían abandonarlo. Además, la delegación fue encargada de convocar a su regreso un Segundo Congreso, más vasto, con el fin de organizar toda la región libertada de las bandas contrarrevolucionarias y crear un frente de defensa más poderoso.

Los delegados convocaron, pues, a su regreso ese Segundo Congreso regional, sin tener en cuenta ningún partido, ningún poder, ninguna ley. Pues vosotros, camarada Dybenko y otros guardianes de la ley de la misma especie, estaban entonces muy lejos; y puesto que los guías heroicos del movimiento insurreccional no aspiraban al poder sobre el pueblo que acababa de romper con sus propias manos las cadenas de la esclavitud, el Congreso no ha sido proclamado contrarrevolucionario y los que lo convocaron no han sido declarados fuera de la ley.

Volvamos al Consejo regional. En el momento mismo de la creación del Consejo revolucionario militar de la región de Gulai-Pole, el poder soviético apareció en la región. Conforme a la resolución votada en el Segundo Congreso, el Consejo regional no tenía ningún derecho a dejar los asuntos a merced de la aprobación de las autoridades soviéticas. Debía ejecutar las instrucciones del Congreso, sin desviarse, porque el Consejo no era un órgano de comando, sino ejecutivo. Continuó, pues, obrando en la medida de sus fuerzas, y siguió siempre en su labor la vía revolucionaria. Poco a poco el poder sovietista comenzó a promover obstáculos a la actividad de este Consejo y los comisarios y otros funcionarios bolcheviques llegaron a considerar al Consejo mismo como una organización contrarrevolucionaria. Entonces los miembros de éste decidieron convocar al Tercer Congreso regional para ello de abril en Gulal-Pole, a fin de determinar la línea de conducta ulterior del Consejo o bien para liquidarlo si el Congreso lo consideraba necesario. y he ahí al Congreso reunido. No son contrarrevolucionarios los que acudieron a él, sino precisamente aquellos que primero levantaron en Ucrania el estandarte de la insurrección y de la Revolución social. Acudieron para ayudar a coordinar la lucha general contra los opresores. Los representantes de 72 distritos, así como los de varias unidades militares, llegaron al Congreso y todQs consideraron que el Consejo revolucionario militar de la región de Gulal.Pole era necesario; completaron su comité ejecutivo y encargaron a éste realizar en la región una movilización voluntaria e igualitaria.

El Congreso quedó bonitamente asombrado por el telegrama del camarada Dybenko que lo declaraba contrarrevolucionario, siendo la verdad que esta región fue la primera en levantar el estandarte de la insurrección. Es por eso que el Congreso votó una enérgica protesta contra ese telegrama.

Tal es el cuadro que debería abriros los ojos, camarada Dybenko. ¡Reflexionad! ¿Tenéis el derecho, vosotros, de declarar contrarrevolucionarios a más de un millón de trabajadores que por sí mismos, con sus manos callosas, han roto las cadenas de la esclavitud y construyen ahora su vida, por sí mismos también, a su propio modo?

¡No! Si sois verdaderamente revolucionario debéis acudir en su ayuda para la lucha contra los opresores y su obra de construcción de una nueva vida libre. ¿Puede haber leyes promulgadas por personas tituladas revolucionarias que les permitan poner a un pueblo más revolucionario que ellas fuera de la ley? Porque el Comité Ejecutivo del Consejo representa a toda la masa del pueblo.

¿Es permitido, es admisible venir a establecer leyes de violencia a un país cuyo pueblo acaba de derribar todos los legisladores y todas las leyes? ¿Existe una ley por la cual un revolucionario tendría derecho a aplicar las penas más rigurosas a la masa revolucionaria de que se dice defensor, por el simple hecho de que ella ha conquistado, sin esperar su permiso, los bienes por él prometidos: la libertad y la igualdad?

La masa del pueblo insurrecto, ¿puede callarse cuando un revoluciol1ario le arrebata la libertad que acaba de conquistar?

Las leyes de la revolución, ¿ordenan fusilar a un delegado que cree de su deber cumplir el mandato conferido por la masa revolucionaria que lo eligió?

Una revolución, ¿qué intereses debe defender: los del partido o los del pueblo que con su sangre pone en movimiento la revolución?

El Consejo revolucionario militar de la región de Gulal-Pole está fuera de la dependencia y de la influencia de los partidos; no reconoce más que al pueblo que lo ha elegido. Por tanto, su deber consiste en realizar todo aquello que ese pueblo le encargó y no obstaculizar a ninguno de los partidos socialistas de izquierda en la propaganda de sus ideas. Por consiguiente, en el caso de que la idea bolchevique hubiese tenido éxito entre los trabajadores, el Consejo revolucionario militar -esta organización contrarrevolucionaria desde el punto de vista de los bolcheviques- sería reemplazada por otra organización más revolucionaria y bolchevique. Pero en espera de ello, no nos obstaculicéis, no tratéis de sofocarnos.

Si continuáis, camarada Dybenko y compañía, la misma política que antes, si la creéis buena y sensata, ejecutad hasta el fin vuestros turbios manejos. Poned fuera de la ley a todos los iniciadores de los Congresos regionales y también de los convocados cuando vosotros y vuestro partido os manteníais en Kursk. Proclamad contrarrevolucinarios a todos los que fueron los primeros en levantar el estandarte de la insurrección y de la Revolución social en Ucrania y obraron en todas partes sin esperar vuestro permiso y sin seguir vuestro programa al pie de la letra. Poned también fuera de la ley a todos los que enviaron sus delegados a los Congresos por vosotros considerados contrarrevolucinarios. Declarad también fuera de la ley a todos los combatientes desaparecidos que tomaron parte sin vuestro permiso en el movimiento insurreccional para la liberación del pueblo trabajador. Proclamad ilegales y contrarrevolucionarios todos los Congresos reunidos sin vuestro permiso... Pero sabed que la Verdad acaba por vencer a la Fuerza. El Congreso no se aparta, a pesar de todas vuestras amenazas, de los deberes que se le encomendaron, porque no tiene derecho a ello y vosotros tampoco lo tenéis para usurpar los derechos del pueblo.

El Consejo Revolucionario Militar de la Regiòn de Gulai-Pole.

Presidente: Tchernoknijny. -Vicepresidente: Kogan. -Secretario: Karabete. -Miembros del Consejo: Koval, Petrenko, Dotzenko y otros.

Los hechos hasta aquí relatados familiarizan al lector con el ambiente, las tendencias y los conflictos distintivos del movimiento ucraniano de 1917-1921. Los acontecimientos posteriores no son siño su lógica secuela. Por eso han de ser comprendidos fácilmente, sin necesidad de detenerse en ellos. Esto nos permitirá reducir nuestra narración, evitando detalles, para limitarnos a poner de relieve los rasgos esenciales y el verdadero sentido de la epopeya.

Preparativos bolcheviques para una invasi6n annada de la región libre. La segunda campaña de Denikin.

-El conflicto con Dybenko no fue, naturalmente, sino el prólogo del drama que se anunciaba.

Las respuestas del Consejo llevó al colmo la cólera de las autoridades bolcheviques. Y, sobre todo, les probó que debían abandonar toda esperanza de someter pacíficamente la región a su dictadura. Desde entonces, los bolcheviques encararon un ataque armado contra la región.

La campaña de prensa contra la makhnovtchina redobló en intensidad. Se imputó al movimiento las peores ignominias, los crímenes más abominables. Se excitó sistemáticamente a las tropas rojas, a la juventud comunista ya la población rusa en general contra los anarcobandidos y los kulaks amotinados. Como anteriormente en Moscú -y más tarde en ocasión de la rebelión de Cronstadt-, Trotsky en persona condujo una encarnizada campaña contra la región libre. Llegado a Ucrania para hacerse cargo de la eventual ofensiva, lanzó, en espera de ella, una serie de artículos ofensivos, el más violento de los cuales apareció en el número 51 de su diario En Camino, con el título «Makhnovtchina». Según Trotsky, el movimiento insurreccional no era sino una revuelta camuflada de ricos granjeros (kulaks) tendente a establecer su poder en la región. Todos los discursos de makhnovistas y anarquistas sobre la comuna libre de los trabajadores no eran más, según su opinión, que estratagemas de guerra. En realidad, makhnovistas y anarquistas aspiraban a establecer en Ucrania su propia «autoridad anarquista», que resultaría, al fin de cuentas, «en la de los ricos kulaks».

El mismo Trotsky pronunció, poco más tarde, su famosa sentencia afirmando que era preciso acabar, ante todo, con la makhnovtchina. «Vale más -explicaba- ceder toda la Ucrania a Denikin que permitir la expansión del movimiento makhnovista.

El movimiento de Denikin, francamente contrarrevolucionario, podrá ser fácilmente comprometido más tarde por conducto de la propaganda de clase, mientras que la makhnovtchina se desarrolla en el fondo de las masas y solivianta justamente a las masas contra nosotros.» (Cit. según Archinoff.)

Trotsky sostuvo esta tesis en reuniones de comandantes y jefes militares. Probó así, por una parte, que había advertido perfectamente la esencia popular revolucionaria del movimiento makhnovista, pero no, de ningún modo, el verdadero carácter del movimiento de Denikin.

Al mismo tiempo, los bolcheviques emprendieron una serie de reconocimientos e investigaciones en la región. Grandes funcionarios y militares de alto grado -Kameneff, Antonoff-Ovseienko y otros- visitaron a Makhno y se dieron a hacer, bajo apariencias de amistad, preguntas y críticas, llegando hasta las insinuaciones y aun a las amenazas desembozadas.

El golpe del ex oficial zarista Grigorieff -no nos detendremos en él, aunque presente cierto interés-, liquidado por los makhnovistas de acuerdo con los bolcheviques, frenó por algún tiempo aquella campaña. Pero no tardó en reanudarse con todo vigor.

En mayo de 1919, los bolcheviques intentaron hacer asesinar a Makhno. El mismo Makhno descubrió el complot, gracias a su astucia y a una dichosa casualidad. Otra casualidad y la prontitud de sus reacciones le permitieron apresar a los organizadores del complot, quienes fueron ejecutados. Más de una vez, por lo demás, camaradas empleados en instituciones bolcheviques advirtieron a Makhno que, en caso de ser llamado, no se presentara en Ekaterinoslav, Kharkov u otra ciudad cualquiera, por tratarse de segura celada donde le esperaría la muerte.

Pero lo peor es que justamente cuando el peligro blanco cobraba mayor gravedad -por los continuos refuerzos considerables que recibía Denikin, sobre todo en el sector enfrentado al makhnovista, al que llegaron gran número de caucasianos-, los bolcheviques cesaron por completo sus suministros. Todas las reclamaciones, los gritos de alarma y las protestas eran inútiles. Los bolcheviques estaban firmemente decididos a aplicar el bloqueo al sector makhnovista, con el fin de destruir, ante todo, la potencia armada de la región. Su designio era muy sencillo: dejar que los makhnovistas fueran aplastados por Denikin, mientras se preparaban para rechazar a éste luego, con sus solas fuerzas.

Pero se engañaron cruelmente en sus cálculos, como se verá. No advirtieron en absoluto la potencia real ni las lejanas miras de Denikin, quien reclutaba metódicamente importantes contingentes en el Cáucaso, en la región del Don y en el Kuban, para una campaña general contra la Revolución. Rechazado hasta el mar por los makhnovistas, meses antes, Denikin se dedicó, con cuidadosa energía, a reagrupar, armar y-preparar sus tropas. Su objetivo inmediato era la destrucción del ejército makhnovista, pues los insurgentes de Gulai-Pole constituían un peligro permanente para su ala derecha.

Los bolcheviques nada sabían de todo ello -o, más bien, nada querían saber-, preocupados sobre todo de la lucha contra la makhnovtchina.

A fines de mayo de 1919, terminados sus preparativos, Denikin inició su segunda campaña, cuya amplitud y vigor sorprendieron no sólo a los bolcheviques, sino también a los makhnovistas. A comienzo de junio, pues, la región libre y toda Ucrania fue amenazada de dos lados a la vez: al Sudeste, por la fulminante ofensiva de Denikin; al Norte, por la actitud hostil de los bolcheviques, que, no había la menor duda, dejarían a aquél aplastar a los makhnovistas y aun le facilitarían la tarea.

El IV Congreso de la región libre. La orden de Trotsky número 1.824 y el primer ataque armado de los bolcheviques contra la región libre.

-Ante la gravedad de la situación, el Consejo revolucionario militar de Gulai-Pole convocó a un Congreso extraordinario de campesinos, obreros, guerrilleros y soldados rojos de varias regiones de las gobernaciones de Ekaterinoslav, Kharkov, Kherson, Taurida y de la cuenca del Donetz, para el 15 de junio.

Este IV Congreso regional, dramático aun en sus preparativos, debía examinar sobre todo la situación general y los medios de afrontar el peligro mortal creado tanto por la arremetida de Denikin como por la ineptitud de las autoridades soviéticas para emprender lo que fuera a fin de hacerle frente. Otros temas del Congreso lo constituían el problema de la racional distribución de víveres a toda la población y el de autoadministración local en general.

He aquí el llamado dirigido a los trabajadores de Ucrania por el Consejo revolucionario militar.
 

Convocatoria del IV Congreso extraordinario de delegados de campesinos, obreros y guerrilleros (Telegrama núm. 416).

A todos los comités ejecutivos de los distritos, cantones, comunas y aldeas de las gobernaciones de Ekaterinoslav, Taurida y regiones vecinas; a todas las unidades de la I División insurreccional de Ucrania, llamada del Batko Makhno; a todas las tropas del ejército rojo distribuidas en la región.

En su sesión del 30 de mayo, el Comité ejecutivo del Consejo revolucionario militar, examinada la situación creada en el frente por la ofensiva de las bandas blancas, como asimismo la situación general, política y económica, del Poder soviético, llega a la conclusión de que sólo las masas laboriosas mismas, y no las personalidades ni los partidos, podrán hallarles solución, por lo cual el Comité ejecutivo del C. R. M. de la región de Gulal-Pole ha decidido convocar, para el 15 de junio, en esta ciudad, un Congreso extraordinario.

Modo de elección: 1º un delegado por cada tres mil representados; 2º los insurgentes y los soldados rojos, un representante por cada unidad de tropas; 3º los estados mayores, el de Makhno, dos delegados; los de brigadas, un delegado por cada una; 4º los comités ejecutivos de distritos, un delegado por cada fracción política; 5º las organizaciones de distritos, que reconocen al soviet como base, un delegado por organización.

Condiciones: a) las elecciones de delegados se realizarán en asambleas generales de todos; b) las reuniones particulares de los soviets o de los comités no enviarán representantes; c) el consejo revolucionario no cuenta con medios; los delegados deberán, pues, procurarse los víveres y el dinero necesarios.

Orden del día: a) informes del Comité ejecutivo y de los delegados; b) situación ,actual; c) tareas y fines del soviet de delegados de campesinos, obreros y soldados de la región de Gulal-Pole; d) reorganización del Consejo revolucionario; e) organización militar; i) abastecimiento; g) el problema agrario; h) cuestiones financieras; i) unión militar; i) abastecimiento; g) el problema agrario; h) cuestiones financieras; i) unión obrero-campesina; j) seguridad pública; k) ejercicio de la justicia; I) asuntos corrientes.

Gulai-Pole, 31 mayo 1919.

Apenas conocido este llamado, los bolcheviques se decidieron a atacar. Mientras las tropas de los insurgentes iban a la muerte para resistir el asalto furioso de los cosacos de Denikin, los regimientos bolcheviques invadieron el Norte y golpearon por la espalda a los makhnovistas. Al irrumpir en las ciudades ejecutaban a los militantes y destruían las comunas libres y otras organizaciones locales.

Trotsky ordenó el ataque, pues no podía soportar que a dos pasos de «su Estado» subsistiese una región independiente, ni reprimir su cólera y su odio al oír el franco lenguaje de una población que vivía libremente y que en su periódico hablaba de él sin temor ni respeto, como de un simple funcionario del Estado; de él, el grande, el superhombre, como fuera llamado en Francia y otras partes por sus acólitos. Este hombre limitado, pero monstruosamente orgulloso y malvado; buen polemista y orador devenido, por el desvío de la revolución, dictador militar infalible de un país inmenso; este semidiós, ¿podría tolerar la vecindad de un pueblo libre que recibía la influencia y la ayuda de los «bandidos anarquistas», a quienes él consideraba y trataba como a enemigos personales?

Por lo demás, todo hombre de Estado, todo pontífice socialista menos vanidoso y vengativo hubiese actuado como él, que, no lo olvidemos, obraba de perfecto acuerdo con Lenin. Su ilimitado orgullo y su espumarajeante rabia se echan de ver en cada línea de las numerosas órdenes que lanzó contra la makhnovtchina.

He aquí la redactada en respuesta a la convocatoria del IV Congreso:
 

Orden número 1.824 del Consejo Revolucionario Militar de la República.

Kharkov, 4 de junio de 1919

A todos los comisarios militares. A todos los Comités ejecutivos de los distritos de Alexandrovsk, Mariupol, Berdiansk, Bakmut, Paulograd y Kherson.

El Comité Ejecutivo de Gulai-Pole, de acuerdo con el estado mayor de la brigada de Makhno, trata de convocar para el 15 del mes corriente un congreso de los soviets y de los insurrectos de los distritos de Alexandrovsk, Mariupol, Berdiansk, Melitopol, Bakmut y Pavlograd. Dicho congreso se dirige enteramente contra el poder de los soviets en Ucrania y contra la organización del frente sur donde opera la brigada de Makhno.

Este Congreso no podría llegar a otro resultado que suscitar alguna nueva revuelta infame del género de la de Grigorief y entregar el frente a los blancos, ante los cuales la brigada de Makhno no hace sino retroceder sin cesar, por la incapacidad, los designios criminales y la traición de sus jefes.

  1. Por la presente orden queda prohibido ese Congreso, que de ningún modo deberá realizarse.
  2. Toda la población campesina y obrera será prevenida oralmente y por escrito de que la participación en dicho Congreso será considerada como un acto de alta traición a la República de los Soviets y su frente.
  3. Todos los delegados a dicho Congreso deberán ser arrestados al punto y pasados al Tribunal revo!ucionario militar del XIV (antes XI1I) ejército de Ucrania.
  4. Las personas que difundan los llamados de Makhno y del Comité ejecutivo de Gulai-Pole deberán ser igualmente arrestadas.
  5. La presente orden adquiere fuerza de ley en el acto de ser telegrafiada, y debe ser ampliamente difundida, fijada en todos los lugares públicos y remitida a los representantes de los Comités ejecutivos de cantones y aldeas, a los de las autoridades soviéticas, a los comandantes ya los comisarios de las unidades militares.

Firmado: Trotsky, Pres. del Consejo Revolucionario Militar de la República; Vatzelis, Comandante en jefe; Kochkareff, Comisario militar de la región de Kharkov.

«Este documento es verdaderamente clásico -dice Archinoff-. Quienquiera estudie la Revolución rusa deberá saberlo de memoria. Representa una usurpación tan irritante de los derechos de los trabajadores que es superfluo insistir al respecto.»

«¿Puede haber leyes promulgadas por personas tituladas revolucionarias que les permitan poner a un pueblo más revolucionario que ellas fuera de la ley?», plantearon los insurgentes, dos meses antes, en su famosa respuesta a Dybenko. El artículo 2.º de la orden de Trotsky responde claramente que tales leyes pueden existir, como lo prueba la orden número 1.824.

«¿Existe una ley -insistían los makhnovistas en el mismo documento- por la cual un revolucionario tendría derecho a aplicar las penas más rigurosas a la masa revolucionaria de que se dice defensor, por el simple hecho de que ella ha conquistado, sin esperar su permiso, los bienes por él prometidos: la libertad y la igualdad?» El mismo artículo 2º responde afirmativamente: toda la población campesina y obrera es desde ya declarada culpable de alta traición si osa participar en su propio Congreso libre.

«Las leyes de la Revolución, ¿ordenan fusilar a un delegado que cree de su deber cumplir el mandato conferido por la masa revolucionaria que lo eligió?» La orden de Trotsky (artículos 3º y 4º) declara que no sólo los delegados en ejercicio de su mandato, sino también los que no han comenzado aún a ejercerlo, deben ser arrestados para su ejecución, pues ser «pasado al Tribunal revolucionario militar» significa «ser fusilado», como en efecto lo fueron varios jóvenes campesinos: Kostin, Polunin, Dobroluboff y otros, inculpados de haber discutido el llamado del Consejo revolucionario militar de Gulal-Pole.

Diríase que, con tales preguntas a Dybenko, los insurgentes habían previsto la orden 1.824 de Trotsky. Dieron, de todos modos, pruebas de gran perspicacia.

Naturalmente, Trotsky consideraba a Makhno como personalmente responsable de cuanto ocurría en Gulal-Pole. Ni intentó comprender que el Congreso no fue convocado por el estado mayor de la brigada de Makhno ni por el Comité ejecutivo de Gulal-Pole, sino por un organismo independiente de ambos: el Consejo
revolucionario militar de la región.

Hecho significativo: en su orden 1.824, Trotsky insinúa desde ya la traición de los jefes makhnovistas, que, decía él, «retroceden sin cesar ante los blancos», omitiendo que él mismo, Trotsky, había ordenado no proveer más municiones a la brigada de Makhno, en las vísperas mismas del avance de Denikin.

Fue una táctica. y también una señal. A los pocos días, él, Trotsky, y toda la prensa comunista, harán hincapié en la pretendida «abertura del frente» a las tropas de Denikin. y la orden 1.824 será seguida por otras muchas., con las que Trotsky empeñará al ejército y las autoridades ro.ias en la destrucción de la makhnovtchina, por todos los medios y en sus mismas bases. Y dará, de añadidura, órdenes secretás. de apoderarse a toda costa de Makhno. de los miembros del f:stado mayor y aun de pacíficos militantes que no cumplían en el movimiento sino una actividad educativa. La consigna era someterlos a todos a consejo de guerra y ejecutarlos.

Trotsky sabía, sin embargo, que el frente contra Denikin había sido formado únicamente gracias a los esfuerzos y sacrificios de los campesinos insurgentes, en el mom.ento más emocionante de su rebelión, cuando la región estaba libre de toda especie de autoridad. Lo crearon al Sudeste, valeroso ,centinela de la libertad conquistada, y durante seis meses opusieron una barrera infranqueable a las más vigorosas corrientes de la contrarrevolución monárquica, con el sacrificio de muchos millares de combatientes, poniendo a contribución los recursos todos de la región y preparándose a defender a ultranza su libertad.

Bien la sabía Trotsky. Pero él necesitaba una justificación formal de su campaña contra el pueblo revolucionario de Ucrania. y con monstruoso cinismo, insolencia e hipocresía inimaginables dejó que ese frente se hundiera, privándole de armas y municiones, y quitándole todo medio de organización, para poder acusar a los insurgentes de haber traicionado la Revolución y abierto ruta expedita a las tropas de Denikin [3].

El IV Congreso regional proyectado para el 15 de junio no pudo celebrarse, pues bastante antes los bolcheviques y los denikistas penetraron en la región.

Los bolcheviques, actuando donde se hallaban o irrumpiendo de localidades vecinas, entraron a ejecutar por doquiera las órdenes de Trotsky. En Alexandrovsk, por ejemplo, todas las reuniones obreras para el examen del llamado del Consejo y del orden del día del Congreso fueron prohibidas so pena de muerte. Y las que, en desconocimiento de la orden, se organizaron, fueron dispersadas por la fuerza armada. Igualmente ocurrió en otras ciudades y poblados. A los campesinos se les trató con menos miramientos aún: en muchos lugares, a los sospechosos de actividad en favor de los insurgentes y del Congreso se les apresó y ejecutó tras una apariencia de juicio. Numerosos campesinos portadores del llamado fueron arrestados, juzgados y fusilados, aun antes de ser enterados de la orden 1.824.

Ni el estado mayor makhnovista ni Makhno recibieron comunicación alguna de esa orden; se quiso evitar ponerlos en alarma con tiempo, a fin de poder descargar el golpe sobre seguro y de improviso. Sólo incidentalmente pudieron enterarse de ella tres días después de su publicación. Makhno reaccionó en el acto: despachó a las autoridades bolcheviques un telegrama anunciando su voluntad de abandonar el cargo de comandante a causa de la situación creada. No obtuvo respuesta.

Los bolcheviques le abren el frente a Denikin para permitirle invadir la región libre. La arremetida denikista. Medida extraordinaria de Makhno para afrontar la situación.

-Llegamos ahora a la primera situación excepcionalmente dramática de la epopeya makhnovista, que sometió a dura prueba a Makhno, a los comandantes de las unidades de su ejército, al conjunto de los insurgentes ya toda la población. y si este primer acto del drama terminó en honra de todos ellos, fue sobre todo gracias a las excepcionales cualidades, el sublime valor y la notable autodisciplina de cuantos participaron en él.

Días antes de la publicación de la orden 1.824, comprobó Makhno que los bolcheviques habían desguarnecido el frente en el sector de Grichino, ofreciendo a las tropas de Denikin libre acceso ala región de Gulai-Pole por el flanco nordeste, y la comunicó al punto al estado mayor y al Consejo. Las hordas de los cosacos, en efecto, irrumpieron en la región, no por el lado defendido por los makhnovistas, sino a su izquierda, donde estaban dispuestas las tropas rojas.

La situación se hizo, así, trágica. El ejército makhnovista, que mantenía el frente en la línea Mariupol-Kuteinikovo-Taganrog, se vio envuelto por las tropas de Denikin, que invadieron en grandes masas el corazón mismo de la región.

Por más que los campesinos de toda esa zona habían enviado, desde el mes de abril, gran número de voluntarios a Gulai-Pole, no había con qué armarlos, pues los bolcheviques, como hemos visto, a pesar del acuerdo concertado, cortaron a los insurgentes todo aprovisionamiento y sabotearon la defensa de la región. Mordiendo rabia, el estado mayor makhnovista se vio en la necesidad de devolver a los voluntarios. Consecuencia fatal de ello fue el avance denikista.
 

En una sola jornada, los campesinos de Gulai-Pole formaron un regimiento destinado a la defensa de la población. Debieron armarse para el efecto de utensilios primitivos: hachas, picas, viejas carabinas, fusiles de caza, etc.., Se pusieron en .marcha al encuentro de los cosacos, tratando de detener su avance. A quince kilómetros aproximadamente de Gulai-Pole tropezaron con importantes fuerzas de cosacos del Don y del Kuban, y entablaron contra ellos una lucha encarnizada y heroica, en la cual sucumbieron casi todos, con su comandante, B. Veretelnikof, obrero de las fábricas Putilof de Petrogrado, originario de Gulai-Pole. Entonces una verdadera avalancha de cosacos desbordó sobre Gulai-Pole y la ocupó el 6 de junio de 1919. Makhno, con el estado mayor y un destacamento con una sola bateria, retrocedió hasta la estación de Gulai-Pole, a unos siete kilómetros, más o menos, del pueblo; pero al atardecer se vio ,obligado a abandonarla. Habiendo reorganizado esa noche las fuerzas de que podía disponer aún, Makhno emprendió a la mañana siguiente un contraataque y df:salojó al enemigo. Pero no quedó dueño de la población sino muy poco tiempo: una nueva oleada de cosacos le obligó a abandonarla definitivamente 

(P. Archinoff, ob. cit., cap. VII).

Los bolcheviques, en tanto, aunque habían abierto el frente a los blancos y dado órdenes confidenciales contra los makhnovistas, continuaron fingiéndoles amistad, como si en nada hubiese variado la situación., lo que fue una maniobra para apoderarse de los guías del movimiento, sobre todo de Makhno.

El 7 de junio -a los tres días de la fecha de la orden 1.824 y a dos de su recepción por las autoridades locales-, el comando supremo bolchevique envió a Makhno un tren blindado, recomendándole resistir «hasta el último extremo» y prometiéndole otros refuerzos. En efecto, a los dos días llegaron algunos destacamentos rojos a la estación de Gaitchur, hacia la parte de Tchaplino, a unos veinte kilómetros de Gulai-Pole, acompañados por el comandante en jefe Vorochiloff (el futuro comisario de guerra), Mejlauk, comisario en el ejército, y otros altos funcionarios comunistas. Se estableció estrecho contacto, en apariencia, entre el comando rojo y el de los insurgentes y se creó una especie de estado mayor común. Vorochiloff y Mejlauk invitaron a Makhno a instalarse en su tren blindado, a pretexto de dirigir de concierto las operaciones.

No se trataba sino de una infame comedia. En ese mismo momento, Vorochiloff tenía en su poder orden de Trotsky de apoderarse de Makhno y demás jefes de la makhnovtchina, desarmar las tropas insurgentes y fusilar sin merced a quienes intentaran la menor resistencia, para cuyo cumplimiento esperaban la ocasión propicia.

Makhno fue advertido por algunos amigos del peligro que corrían él, el entero ejército y toda la obra revolucionaria. Su situación no podría ser más difícil. Por una parte, quería evitar a toda costa choques sangrientos que habrían de ocurrir fatalmente ante el enemigo; pero no podía, por otra parte, sacrificar sin lucha a sus camaradas, su ejército y la entera causa. Buscó una solución satisfactoria y la encontró.

Todo sopesado, adoptó dos decisiones capitales: primero, abandonar -momentáneamente- el cargo de comandante del ejército insurreccional; segundo, invitar a todas las unidades de su ejército, a permanecer en sus emplazamientos y aceptar -momentáneamente- el comando rojo, a la espera del momento propicio para la reanudación de la lucha emancipadora.

Dos días después ejecutó esta doble maniobra a la letra, con finura, sangre fría y habilidad extraordinarias. Y, sin ruido, se alejó de Vorochiloff y Mejlauk. Declaró a su estado mayor que, por el momento, su acción en las filas como simple combatiente era de mayor utilidad. y envió al comando superior soviético la declaración siguiente:
 

Estado mayor del XIV Ejército, Vorochilof, Trotsky, presidente del consejo revolucionario militar; Kharkov, Lenin, Kamenef, Moscú:

A consecuencia de la orden 1.824 del Consejo Militar revolucionario de la República envié al estado mayor del II Ejército y a Trotsky un despacho con ruego de dispensarme del puesto que ocupo actualmente. Ahora reitero mi pedido, y he aquí las razones en que creo deber fundarlo. A pesar de que he hecho la guerra, con los guerrilleros, sólo a las bandas de los blancos de Denikin, no predicando al pueblo sino el amor a la libertad ya la acción propia, toda la prensa soviética oficial, así como la del partido bolchevique, difunden contra mí rumores indignos de un revolucionario. Se me quiere hacer pasar por bandido, cómplice de Grigorief, conspirador contra la República de los soviets, con el fin de restablecer el orden capitalista. En un artículo titulado «La Machnovtchina (En Camino, núm. 51), Trotsky plantea la pregunta: «¿Contra quién se levantan los insurrectos makhnovistas?» y se ocupa de demostrar que en realidad la makhnovtchina no es sino un frente de batalla contra el poder de los soviets, sin decir una palabra del verdadero frente contra los blancos, de una extensión de más de cien kilómetros, donde los insurgentes han sufrido desde hace seis meses, y sufren todavía, pérdidas enormes. La orden 1.824 me declara «conspirador contra la República de los soviets» y «organizador de una rebelión al estilo de Grigorief».

Creo ser derecho inviolable de los obreros y los campesinos, derecho conquistado por la revolución, la convocación por sí mismos de un congreso para debatir y decidir sus asuntos. Por ello, la prohibición de la autoridad central de convocar tales congresos y la declaración que los proclama ilícitos (orden 1.824) son una violación directa e insolente de los derechos de las masas laboriosas.

Comprendo perfectamente el punto de vista de las autoridades centrales respecto a mi. Estoy íntimamente convencido de que esas autoridades consideran el movimiento insurreccional como incompatible con su. actividad estatal. Al mismo tiempo ellas creen que este movimiento está estrechamente ligado a mi persona y me honran con todo el resentimiento y todo el odio que experimentan hacia el conjunto movimiento insurreccional. Nada podría demostrarlo mejor que el mencionado artículo de Trotsky, en. el cual, al acumular a sabiendas calumnias y mentiras, da pruebas de animosidad personal contra mí.

Esta actitud hostil, hecha actualmente agresiva, de las autoridades centrales hacia el movimiento insurreccional lleva ineluctablemente a la creación de un frente interior particular, a ambos lados del cual se encontrarán las masas laboriosas que tienen fe en la revolución. Considero esta eventualidad como un crimen inmenso hacia el pueblo trabajador, crimen imperdonable, que creo de mi deber hacer todo lo posible por evitarlo. El medio más eficaz de evitar que las autoridades centrales cometan tal crimen es, en mi opinión, el abandono del cargo que ocupo. Supongo que, hecho esto, las autoridades centrales cesarán de sospecharnos, a mí y a los insurgentes, como conspiradores antisoviéticos y acabarán por considerar la insurrección ucraniana como un fenómeno importante, manifestación viva y actuante de la Revolución social, y no como un movimiento hostil, con el que no se ha tenido, hasta el presente, sino relaciones de desconfianza y astutas que han llegado hasta el indigno regateo de alguna porción de municiones y a menudo al sabotaje mismo del aprovisionamiento, lo que ha causado a los insurgentes grandes pérdidas en hombres y en territorio, cosas que habrían podido ser fácilmente evitadas si las autoridades centrales hubiesen adoptado otra actitud.

Pido, pues, que se disponga tomar posesión de mi cargo.

Batko Makhno

Estación de Gaitchur, 9 de junio de 1919.

Entre tanto, las unidades insurgentes que se hallaban más allá de Mariupol debieron retroceder hasta Pologui y Alexandrovsk.

Al recibo de la declaración de Makhno, a quien suponían aún en Gaitchur, los bolcheviques despacharon hombres no para hacerse cargo de su puesto, sino para apresarlo, como lo hicieron traidoramente con el jefe del estado mayor, Oseroff, sus integrantes Mikhaleff-pavlenko y Burbyga, y varios miembros del Consejo revolucionario militar, a quienes ejecutaron. Este fue el comienzo de otras muchas ejecuciones de makhnovistas caídos en poder de los bolcheviques en múltiples lugares.

Pero Makhno se les escapó. Pudo librarse diestramente de los envolventes tentáculos bolcheviques sobre Gaítchur , deslizándoseles entre los dedos, y partió a rienda suelta hacia Alexandrovsk, al encuentro de sus tropas allí destacadas. Makhno sabía, por sus amigos, que los bolcheviques, aun creyéndole en Gaitchur, enviarían su remplazante precisamente a Alexandrovsk. Y allí, sin pérdida de momento, entregó oficialmente la división y el comando al nuevo jefe, quien, recién nombrado, no había recibido todavía ninguna orden concerniente a Makhno personalmente. «El se empeñó en hacerlo así -comprueba Archinoff-, deseoso de dejar abierta y honestamente su puesto, con el fin de que los bolcheviques no tuviesen pretexto alguno para acusarle de nada en cuanto a los asuntos de la división de su comando. Forzado a aceptar el duro juego que se le impuso, Makhno supo sortearlo con honor.»

Y luego realizó su último acto esforzado. Dirigió una circunstanciada proclama al Ejército insurreccional, explicando la nueva situación. En ella declaraba que debía abandonar por el momento su puesto de comandante y encarecía a los insurgentes el combatir con la misma energía contra las tropas de Denikin, sin turbarse por el hecho de estar, durante cierto tiempo, bajo el comando de los estados mayores bolcheviques. Los insurgentes comprendieron.

Casi todas sus unidades permanecieron en sus emplazamientos, declararon reconocer el comando rojo y aceptaron su incorporación al ejército bolchevique. Los bolcheviques creyeron haber triunfado.

No sabían que, simultáneamente, de acuerdo con Makhno, los más fieles comandantes de los regimientos insurgentes se concertaron clandestinamente en el solemne empeño de esperar el momento propicio para reunirse de nuevo a las órdenes de Makhno, cuando ello no hiciera peligrar el frente externo. Decisión que no trascendió. Y Makhno desapareció, acompañado de un pequeño destacamento de caballería.

Los regimientos de insurgentes, transformados en regimientos rojos, a las órdenes de sus jefes habituales: Kalachnicoff, Kurilenko, Budanoff, Klein, Dermendji y otros, continuaron haciendo frente a las tropas de Denikin, impidiéndoles ganar Alexandrovsk y Ekaterinoslav.

El fulminante avance de Denikin. Los bolcheviques abandonan la lucha en Ucrania. Makhno reanuda la acción a riesgo propio.

Los bolcheviques, ya lo hemos dicho, seguían sin advertir las verdaderas proporciones de la campaña de Denikin.

Apenas días antes de la caída de Ekaterinoslav y Kharkov, declaraba Trotsky que Denikin no representaba una seria amenaza y que Ucrania no estaba de modo alguno en peligro. Y al siguiente dia hubo de cambiar de opinión, reconociendo que Kharkov se hallaba gravemente amenazada. Y a fines de junio cayó Ekaterinoslav, y quince días después, Kharkov.

Los bolcheviques no pensaron en retomar la ofensiva, ni siquiera organizar la defensa: se contrajeron a evacuar Ucrania, retirándose hacia el Norte, llevándose cuantos hombres y material rodante les fuera posible. Manifiestamente, los bolcheviques abandonaban Ucrania a su suerte, librada a las tropelías de la reacción.

Makhno juzgó que ése era el momentó oportuno para retomar la iniciativa de la lucha y actuar, de nuevo, como guía de una fuerza revolucionaria independiente. Para ello se vio obligado a luchar contra Denikin y contra los bolcheviques.

Los destacamentos insurgentes, provisoriamente sometidos al supremo comando bolchevique, recibieron la palabra de orden esperada: destituir a los jefes bolcheviques, abandonar el ejército rojo y reagruparse a las órdenes de Makhno.

En este punto comienza el segundo acto del drama popular ucraniano, que ha de prolongarse hasta enero de 1920.

Reorganización del ejército insurreccional. La ofensiva decisiva de Denikin. Tentativas contra su avance. El ejército insurreccional se hace imponente.

-Aun antes de que los regimientos makhnovistas hubiesen podido reunirse a Makhno, ya éste había formado un nuevo ejército insurreccional.

La nueva situación era extrañamente parecida a la subsiguiente a la invasión austroalemana.

La actitud de las tropas de Denikin y de los antiguos propietarios que habían vuelto con ellas, con respecto a la población laboriosa, fue, como ya lo adelantamos, insolente y brutal al extremo. Apenas instalados, se dedicaron a restaurar el régimen absolutista y feudal. Sobre aldeas y ciudades se abatió, implacable, el terror blanco, con las consiguientes terribles represalias.

La respuesta no se hizo esperar. Huyendo en gran número, sobre todo los campesinos, se pusieron en busca de Makhno, a quien consideraban, muy naturalmente, como el hombre capaz de reanudar la lucha contra los nuevos opresores. En menos de quince días se constituyó, bajo su qirección, un nuevo ejército. Las armas de que podía disponer eran insuficientes; pero, en eso, empezaron a llegar los regimientos de base, que, a la voz de orden de reagruparse, acababan de abandonar el ejército rojo. Llegaban unos tras otros, no sólo plenos de energías y de combativo ardor, sino bien provistos también de armas y municiones, pues traían cuanto armamento habían podido cargar. El comando bolchevique, desprevenido, en plena retirada y temeroso de un cambio de actitud de sus propias tropas, no pudo oponerse a esa acción audaz. Algunos regimientos rojos hicieron causa común con los makhnovistas y engrosaron provechosamente las filas del ejército insurreccional.

Con tales tropas, Makhno se consagró, primeramente, a contener a las divisiones de Denikin. Retrocedía palmo a palmo, procurando orientarse y aprovechar la primera ocasión favorable para intentar asumir la ofensiva. Pero los denikistas vigilaban, recordando las inquietudes, pérdidas y derrotas que los makhnovistas les habían ocasionado el invierno anterior. Un cuerpo de ejército, integrado por varios regimientos de caballería, de infantería y de artillería, fue dedicado a combatirlos.

Aunque replegándose lentamente ante las superiores fuerzas enemigas, el ejército insurreccional fue adquiriendo un aspecto muy especial, que conviene poner de relieve.

Irritado por la resurrección y tenaz resistencia de los makhnovistas, que trataba y retardaba fastidiosamente su avance, Denikin hacía la guerra no sólo al ejército de Makhno como tal, sino a toda la población campesina: además de los desmanes y violencias habituales, las aldeas que lograba ocupar eran puestas a fuego y sangre; se saqueaba las viviendas, antes de ser incendiadas; se fusilaba a centenares de campesinos; se maltrataba a las mujeres, y las judías, muy numerosas en las aldeas ucranianas, eran casi todas violadas, especialmente en Gulai-Pole.

Este género de guerra obligaba a la población de las aldeas amenazadas por la aproximación de los denikistas a abandonar sus hogares y huir. Y así el ejército makhnovista acabó por ser seguido en su retirada por millares de familias campesinas, con su escaso ganado y sus líos. ¡Un verdadero éxodo campesino!

Una enorme masa de hombres, mujeres y niños, rodeando y siguiendo al ejército en su lenta retirada hacia el Oeste, se extendió poco a poco por centenares de kilómetros.

Llegado el ejército de Makhno al comienzo de su fabulosa retirada, yo pude ver y seguir los movimientos de este pintoresco «reino rodante», como se le designó más tarde.

El verano de 1919 fue de excepcional sequía en Ucrania. Por los polvorientos caminos y los campos linderos, este mar humano se movía lentamente, en revuelta confusión con el ganado (sobre todo vacuno), vehículos de toda clase y los servicios de aprovisionamiento, intendencia y sanidad.

El ejército propiamente dicho se mantenía apartado de este conglomerado, conservando estrictamente la ruta, salvo las unidades en lucha para cubrir y proteger la retirada, especialmente la caballería, distante casi constantemente. La infantería que no se hallaba en combate abría la marcha del ejército, desplazándose en tatchankas, con tiro de dos caballos, el conductor y dos combatientes cada una, De tanto en tanto, uno de estos vehículos, típicos de la región, provisto de ametralladora. La artillería cerraba la marcha.

Una gran bandera negra ondeaba en la primera tatchanka. «Libertad o muerte», «La tíerra, para los campesinos; las fábricas, para los obreros», se leía en una faz y otra de la bandera, en plateado bordado.

A pesar de las dramátícas circunstancias, los peligros y combates casi cotídianos, este pueblo en marcha se hallaba pleno de ánimo y coraje. Todos participaban en los diversos servicios del ejército, tomando a pecho la suerte de todos, contraídos a su particular desempeño. De tanto en tanto, a lo largo de la extensa columna, resonaban cantos populares o revolucionarios, que millares de voces solían corear .

Al llegar a una aldea se acampaba hasta recibir orden de reanudar la marcha, iniciada sin demora, siempre hacia el Oeste, siempre seguida por los ecos de los combates librados en torno a este reino rodante.

En el curso de esta retírada, que duró casi cuatro meses, millares de estos fugitivos se apartaban para partir a la ventura, dispersándose así a través de toda Ucrania, la mayor parte de los cuales perdieron para siempre sus hogares y sus míseros bienes. Algunos lograron formar un nuevo hogar; muchos perdieron la vida, por agotamiento y enfermedades o caídos en poder de los blancos.

El ejército insurgente trató primeramente de atrincherarse en el Dnieper, cerca de la ciudad de Alexandrovsk. Por cierto tiempo conservó el dominio del famoso puente de Kitchkass (uno de los más importantes de Rusia), de gran valor estratégico. Pero bien pronto, desbordado por las fuerzas muy superiores del enemigo, hubo de abandonarlo y replegarse hacia Dolinskaia y luego hacia la ciudad de Elisabethgrad.

Entre tanto, las pocas tropas rojas que habían quedado dispersas por Ucrania, y sobre todo en Crimea, completamente desmoralizadas por la actitud del comando bolchevique, perdieron toda importancia militar. Los soldados consideraban la huida de Ucrania de las autoridades bolcheviques como una defección a la causa revolucionaria, y varios jefes expresaron su desconfianza respecto al alto comando. Poco menos que abandonadas por las autoridades, esas tropas se consumían en la inactividad, la duda y la angustía. Para esos hombres, Makhno era la única esperanza revolucionaria. y hacia él se volvían de más en más las miradas de cuantos aspiraban a defender, en su terreno, la libertad.

Finalmente, en julio, casi todos los regimientos rojos que quedaban en Crimea se insurreccionaron, destítuyendo a sus jefes, y se pusieron en marcha para incorporarse a las tropas de Makhno. Esta acción fue inteligentemente preparada y realizada por los comandantes makhnovistas ya nombrados, que habían permanecido provisoriamente en las filas del ejército rojo, quienes partieron, al llegar la orden convenida, no sólo con los destacamentos de origen insurreccional, sino también con la casi totalidad de las tropas bolcheviques. A marchas forzadas, trayendo cautivos a sus anteriores jefes (Kotcherguin, Dybetz y otros) y gran cantidad de armas y municiones, estos regimientos -numerosos y descansados, bien organizados y plenos de entusiasmo tras de su revuelta- se dirigían a la estación de Pomostchnaia, en procura de Makhno.

Fue un golpe asaz duro para los bolcheviques, pues redujo casi a nada su poder militar en Ucrania.

La conjunción se verificó, a principios de agosto, en Dobrovelitchkovka, importante localidad de la gobernación de Kherson. El ejército de Makhno se hizo, así, imponente. Ya estaba en condiciones de encarar una acción militar de gran envergadura, con posibilidades de victoria.

Apenas operada la conjunción, Makhno, hasta entonces en retirada, se detuvo, sobre todo para reagrupar sus tropas. De todos lados acudían voluntarios. Protegido por vanguardias en torno al distrito ocupado -entre Pomostchnaia, Elisabethgrad y Voznessensk- procedió a la reorganización definitiva de su ejército, de cerca de 20.000 combatientes, que fueron distribuidos en cuatro brigadas de infantería y de caballería, una división de artillería y un regimiento de ametralladoras. La caballería, comandada por Stchuss, disponía de dos a tres mil sables, y el regimiento de ametralladoras llegó a disponer, en ciertos momentos, hasta 500. Una escuadra de 150 a 200 jinetes se constituyó en unidad especial para acompañar constantemente.a Makhno en sus desplazamientos, expediciones y otras diversas empresas guerreras.

Terminado el reagrupamiento, Makhno lanzó una vigorosa ofensiva contra las tropas de Denikin. La lucha fue de lo más encarnizado. A la.vuelta de sucesivos encuentros, el ejército denikista fue rechazado a 50 y hasta 80 kilómetros hacia el Este. Pero bien pronto empezaron a escasear las municiones, a tal punto que, de cada tres ataques, dos eran para procurárselas como botín. Por otra parte, Denikin lanzaba a la batalla reservas frescas en gran número, decidido a aplastar a toda costa al ejército insurreccional, para poder marchar con seguridad rumbo a Moscú. Para colmo de desgracias, los makhnovistas debieron afrontar, al mismo tiempo, a algunas tropas bolcheviques que, desde Odesa y Crimea, se abrían paso por Ucrania hacia el Norte, combatiendo contra todas las fuerzas armadas que hallaban de camino. E invariablemente chocaban con las tropas makhnovistas.

La situación se hizo finalmente insostenible, y Makhno se vio obligado a dejar la región, retrocediendo hacia el Oeste. Así comenzó su famosa retirada por más de 600 kilómetros, de la región Bakhmut-Mariupol hasta los confines de la gobernación de Kiev, que duró cerca de dos meses, de agosto a fines de setiembre de 1919.

La gran retirada del ejército insurreccional. Su cercamiento definitivo. La batalla de Peregonovka. La victoria de los makhnovistas y su fulminante retorno ofensivo.

-Es imposible relatar los pormenores de este episodio. Limitémbnos, pues, a lo esencial.

Era evidente designio de Denikin cercar completamente al ejército makhnovista y aniquilarlo totalmente. Lanzó contra él sus mejores regimientos, algunos de ellos exclusivamente integrados por jóvenes oficiales que odiaban particularmente a «esa chusma de mujiks». Entre ellos, el primer regimiento de Simferopol y el segundo de Labinsky se distinguían por su bravura, su acometividad y su feroz energía. Combates encarnizados, de inaudita violencia, se libraban casi a diario. Fue, en verdad, una ininterrumpida batalla de dos meses, de excepcional dureza para ambas partes.

Encontrándome, durante toda la retirada, en el ejército de Makhno -integrando con Archinoff y otros tres camaradas la Comisión de propaganda y de educación-, recuerdo patentemente esos días vividos en interminable pesadilla.

Las cortas noches de verano permitían sólo breve descanso a los hombres y las cabalgaduras, interrumpido con las primeras luces del día por el estruendo de la metralla, las explosiones de obuses y el múltiple resonar de cascos al galope... Los denikistas aparecían, como todos los días, en procura de cerrar, sobre los insurgentes, su cerco de hierro y fuego. Recomenzaban, vuelta a vuelta, su maniobra, estrechando mayormente a las tropas de Makhno, cuyo espacio disponiQle disminuía por momentos. Los diarios combates, que llegaban a atroces cuerpo a cuerpo, se sucedían al frente ya los flancos del ejército makhnovista, para no cesar sino al entrar la noche, aprovechada por los insurgentes para retroceder, con tiempo contado, por un corredor, de vez en vez más estrecho, y así se lograba evitar sucesivamente el definitivo cerco. y con el nuevo día, otra vez a afrontar al implacable enemigo, siempre apunto de completar el perseguido cerco. Y eso un día tras otro, semana tras semana.

Los insurgentes carecían de vestimenta, de calzado y a menudo hasta de víveres. Soportando el tórrido calor, bajo un cielo plomizo y una granizada de balas y obuses, se iban alejando de su país, hacia regiones y destinos ignorados.

A fines de agosto, el ejército de Denikin, que ya presionaba tan fuertemente, fue reforzado con nuevas tropas procedentes de Odesa y Vomessensk. Con el grueso de las fuerzas ya en marcha hacia Orel, no lejana de Moscú, rechazando al ejército rojo, Denikin se empeñó en desembarazarse de los makhnovistas cuanto antes. Con ellos en la retaguardia no podía sentirse seguro.

La situación empeoraba de día en día. Pero Makhno no desesperaba. Continuaba, de momento, sus hábiles maniobras de retirada. Los combatientes, animados por un ideal, conscientes de su cometido y de batirse por la propia causa, realizaban todos los días increíbles proezas de coraje y de resistencia.

Se decidió entonces dejar la proximidad de las vías férreas, por las que se había efectuado hasta el momento la retirada. y hubo que hacer saltar los trenes blindados recientemente quitados a los denikistas, entre ellos uno formidable: el famoso Invencible.

La retirada continuó por caminos vecinales, de aldea en aldea, cada vez más difícil, fatigosa, exasperante. Pero ni por un instante cedió el coraje entre los insurgentes, íntimamente esperanzados de triunfar sobre el enemigo. Soportaban valerosamente los rigores de la situación, con inquebrantable tenacidad, tensa al extremo la voluntad, bajo el terrible fuego continuado del enemigo, hechos un solo nudo de firmeza con su guía y camarada amado.

En cuanto a Makhno, noche y día de pie, interrumpiendo apenas su intensa actividad con escasas horas de sueño, cubierto de polvo y sudor, siempre infatigable, recorriendo constantemente el frente, vigilándolo todo, animando a los combatientes y con frecuencia lanzándose ardientemente a la refriega, él no pensaba sino en el momento de poder, aprovechando un error del enemigo, descargarle un golpe decisivo. Con mirada atenta espiaba todos los movimientos de los denikistas, enviaba sin cesar en toda dirección patrullas de reconocimiento y recibía hora tras hora informes precisos. Bien sabía que el menor error de su parte podría ser fatal para el ejército todo, para la entera causa. Y, sabiendo igualmente que el continuado avance de las tropas de Denikin hacia el Norte hacía vulnerable su retaguardia en la medida de la progresiva extensión de su frente, esperaba su hora.

Hacia mediados de setiembre, el ejército insurreccional alcanzó la ciudad de Uman, gobernación de Kiev, en poder de los petluristas.

Petlura se hallaba en estado de guerra con Denikin, quien por el momento, en su marcha hacia Moscú, descuidó el oeste de Ucrania, contando apoderarse fácilmente de él luego de la derrota de los bolcheviques.

¿Cuál seria la actitud de los petluristas frente a los makhnovistas? ¿Cuál debía ser la de éstos con aquéllos? ¿Habría que atacarlos? ¿Habría que pedirles libre paso por su territorio y la ciudad, sin lo cual era imposible proseguir la retirada? ¿Habría que proponerles la unión para combatir juntamente a los denikistas? ¿O, simplemente, proponerles una neutralidad, para obtener de ella las mayores ventajas luego? Todo sopesado, esta solución parecía ser la más indicada.

Observemos que en ese momento el ejército insurreccional tenía cerca de 8.000 heridos, privados, en las condiciones creadas, de todo auxilio médico. Además, constituían una impedimenta enorme, que dificultaba grandemente los movimientos y las operaciones militares. El estado mayor tenía intención de solicitar a las autoridades de la ciudad que recogieran y cuidaran en los hospitales locales por lo menos a los heridos graves. Por feliz coincidencia, en el momento mismo que se trataban estos problemas llegó una delegación de Petlura para declarar que, hallándose en guerra con Denikin, se deseaba evitar la formación de un nuevo frente contra los makhnovistas, coincidiendo con los deseos de éstos. Así se concertó un pacto, por el que ambas partes se comprometían a observar recíprocamente una estricta neutralidad militar. Y, de añadidura, los petluristas consintieron en recibir en sus hospitales a los heridos makhnovistas.

El pacto estipulaba que esta neutralidad estrictamente militar y sólo concerniente a la situación del momento no imponía a los pactantes obligación ni restricción alguna de orden político o ideológico. Habiendo intervenido en las tratativas, yo hube de subrayar expresamente la importancia de tal cláusula. Los makhnovistas sabían que la masa petlurista sentía hacia ellos mucha simpatía y daba oídos a su propaganda. Se trataba, pues, de tener margen para ejercer sin inconvenientes influencia entre esa masa, lo que eventualmente podría serles de gran ayuda. Así se apresuraron a imprimir un manifiesto, titulado «¿Quién es Petlura?», que lo desenmascaraba como defensor de las clases acomodadas, como enemigo de los trabajadores.

Las autoridades petluristas, aun siendo decididas enemigas de los makhnovistas, tenían múltiples razones para observar ante éstos una actitud de extrema prudencia. Su neutralidad era más ficticia que real -los makhnovistas lo sabían-, y era de tener en cuenta la posibilidad de un entendimiento con los denikistas para aplastar a los insurgentes. Para éstos se trataba sobre todo de ganar unos días, desembarazarse de los heridos y de evitar un inmediato ataque por la espalda, para no verse de improviso en un bolsón sin salida. Objetivos que fueron logrados. Pero, por otra parte, las sospechas de los makhnovistas se confirmaron plenamente.

Según el pacto, el ejército insurreccional tenía derecho a ocupar un territorio de diez kilómetros cuadrados, cerca de la aldea Tekutche, próxima a Uman. Las fuerzas de Petlura se hallaban dispersas al Norte y al Oeste; las de Denikin se hallaban al Este y al Sur, del lado de Golta.

Ahora bien: a los pocos días de la concertación del pacto los makhnovistas recibieron informes de que se andaba en tratos entre ambos campos adversarios para convenir un plan conjunto tendente a cercar las tropas de Makhno y exterminarlas. Y días más tarde, justamente la noche del 24 al 25 de setiembre, los exploradores makhnovistas advirtieron que cuatro o cinco regimientos denikistas estaban a retaguardia de los insurgentes, al Oeste, donde no podían haber llegado sino a través del territorio ocupado por los petluristas; con la ayuda, pues, o por lo menos el consentimiento de éstos.

Al atardecer del 25 de setiembre, los makhnovistas estaban completamente cercados por las tropas de Denikin, cuya mayor parte permanecía concentrada al Este, pero una fuerte barrera de ellas estaba tendida a espalda de los insurgentes, con Uman en poder de los denikistas, que estaban ya en tren de buscar y acabar con los heridos makhnovistas, distribuidos en hospitales y casas privadas.

Una orden lanzada por el comando denikista, algunos de cuyos ejemplares llegaron al estado mayor makhnovista, decía: «Las bandas de Makhno están cercadas. Están completamente desmoralizadas, desorganizadas, hambreadas y sin municiones. Ordeno atacarlas y aniquilarlas en un plazo de tres días.» La firmaba el general Slastchoff, comandante en jefe denikista en Ucrania (pasado más tarde a servicio de los bolcheviques).

Toda retirada era imposible ahora para los makhnovistas. Había llegado el momento de librar la batalla decisiva. La suerte del ejército insurreccional, de todo el movimiento, de la causa toda, dependía de esta suprema batalla.

La batalla de Uman señaló la terminación de la retirada del ejército insurreccional. Era imposible escapar esta vez: la tenaza se había cerrado sobre los insurgentes.

Entonces Makhno declaró con la mayor sencillez que la retirada mantenida hasta ese día sólo había sido una forzada estrategia y que la verdadera guerra comenzaría, a más tardar, al día siguiente, 26 de setiembre. Tomó todas las disposiciones para el combate y esbozó las primeras maniobras.

Al anochecer del 25 de setiembre, las tropas makhnovistas, que hasta entonces habían marchado hacia el Oeste, cambiaron bruscamente de dirección, moviéndose hacia el Este, contra el grueso del ejército denikista. El primer encuentro se produjo, a noche avanzada, cerca de la aldea de Krutenkoie, entre la primera brigada makhnovista y las vanguardias de Denikin, que retrocedieron en procura de mejores posiciones y sobre todo con intención de arrastrar al enemigo, en su seguimiento, hacia el grueso del ejército. Pero los makhnovistas no se dejaron atraer.

Como Makhno lo esperaba, esta maniobra engañó al enemigo, que consideró el ataque como una especie de reconocimiento o diversivo, afirmándose en la convicción de que la marcha de los insurgentes continuaría en dirección Oeste. Y se aprestó a caerles por la espalda en Uman y aplastarlos en la ratonera armada.
Ni por un instante admitía que el ejército insurreccional osase atacar sus fuerzas principales. La maniobra de Makhno pareció confirmar tales apreciaciones. y por ello no se preparó para la eventualidad de un ataque frontal.

Tal fue, precisamente, el plan de Makhno. Su razonamiento era muy sencillo: de cualquier modo, el ejército estaba perdido si no lograba romper el cerco enemigo, cuya ruptura era ahora la única posibilidad de salvación, por mínima que fuera; había que intentarla, pues, lanzando todo el ejército contra el de Denikin, al Este, en la esperanza de aplastarlo. La maniobra de la víspera no tuvo otro fin que el de engañar la vigilancia del enemigo.

En la noche del 26 de setiembre, todas las fuerzas makhnovistas se pusieron en marcha hacia el Este. Las fuerzas principales del enemigo estaban concentradas en las proximidades de la aldea Peregonovka, en poder de los insurgentes.
 

El combate se trabó entre las tres y las cuatro de la mañana. Fue en crescendo y llegó .a su punto culminante hacia las ocho. Se produjo entonces un verdadero huracán de metralla. Makhno, con su escolta de jinetes, había desaparecido desde la caída de la noche, tratando de rodear al enemigo, y durante toda la batalla no se habían tenido noticias de él. Hacia las nueve de la mañana los makhnovistas comenzaron a perder terreno. El combate se libraba ya en los confines de la aldea.
De diversos lugares, fuerzas enemigas disponibles llegaban de refuerzo y precipitaban ráfagas de fuego contra los makhnovistas, que retrocedían lentamente. El estado mayor insurgente y cuantos en la aldca podían manejar una carabina se armaron y se lanzaron a la lucha.

El momento crítico había llegado; parecía que la batalla, y con ella la causa entera de los makhnovistas, estaba perdida. Se dio orden a todos, hasta a las mujeres, de hacer fuego sobre el enemigo en las calles. Todos se prepararon a vivir las horas supremas de la batalla y de la vida. Pero he ahí que repentinamente el fuego de las ametralladoras y los jhurras! del enemigo comenzaron a debilitarse, al irse alejando. y en la aldea comprendieron que el enemigo retrocedía y que el combate se proseguía acierta distancia. Makhno, surgiendo de modo inesperado, había decidido la suerte del combate. Apareció en el momento que sus tropas habían sido arrolladas y la pelea iba a iniciarse en las calles de Peregonovka. Cubierto de polvo, abrumado de fatiga, Makhno surgió por el flanco del enemigo, de un profundo barranco. En silencio, sin lanzar una orden, se precipitó a todo correr con su escolta sobre el enemigo y escindió sus filas. Toda la fatiga y todo el desaliento desaparecieron como por encanto entre los makhnovistas. «Batko está allí... ¡Batko lucha a sable!...», se oía gritar. y entonces todos, con decuplicada energía, se lanzaron de nuevo hacia adelante en pos de su jefe amado, que parecía desafiar la muerte. Siguió una lucha cuerpo a cuerpo, de encarnizamiento inaudito, un «hacheo», como dicen los makhnovistas. Por valeroso que fuese el primer regimiento de oficiales de Simferopol, fue deshecho y batióse precipitadamente en retirada, manteniendo perfecto orden durante los primeros diez minutos y tratando de detener el impulso del enemigo, pero en desorden y precipitación, luego. Los demás regimientos, cundido el pánico, siguieron el ejemplo, y por fin todas las tropas de Denikin se desbandaron, procurando pasar a nado el rio Sinuka, distante quince kilómetros de la aldea, para atrincherarse en la orilla opuesta.

Makhno trataba de sacar todo el partido posible de la situación, cuyas ventajas comprendió admirablemente. A toda rienda lanzó su caballeria y su artillería en persecución del enemigo en retirada, y Makhno mismo, a la cabeza de su regimiento mejor montado, se dirigió por caminos transversales para tomar de enfilada a los fugitivos. Se trataba de un trayecto de doce a quince kilómetros. En el momento más crítico, cuando las tropas de Denikin llegaron al río, fueron alcanzadas por los jinetes de Makhno. Centenares de denikistas perecieron. Sin embargo, la mayoría de ellos tuvo tiempo de pasar a la otra orilla, pero allí eran esperados ya por Makhno mismo. El estado mayor del ejército de Denikin y un regimiento de reserva que se encontraban allí fueron sorprendidos y apresados. Algunos oficiales prefirieron colgarse de los árboles.

Sólo una parte insignificante de las tropas de Denikin -obstinadas desde hacía meses en la persecución encarnizada de Makhno logró salvarse. El primer regimiento de oficiales de Simferopol y otros fueron enteramente pasados a sable. En una extensión de dos o tres kilómetros, la ruta estaba cubierta de cadáveres [4]. Por horrible que pueda parecer este espectáculo, no era sino la secuela natural del duelo entablado entre el ejército de Denikin y el makhnovista. Durante la prolongada persecución, aquéllos no se proponían menos, y lo proclamaban, que exterminar a todos los makhnovistas, lo que fueron cumpliendo cuanto les fue posible. El menor paso en falso de Makhno habria reservado la misma suerte al ejército insurreccional. Ni aun las mujeres, que seguían al ejército en que combatían sus esposos, se habrían salvado. Los makhnovistas habían sufrido sobradas experiencias y sabían a qué atenerse

(Archinoff, ob. cit., capítulo VII).

Aplastadas las principales fuerzas de Denikin, los makhnovistas no perdieron tiempo: se lanzaron en tres direcciones hacia su país, hacia el Dnieper.

Este retorno se realizó con alucinante rapidez. Al día siguiente de la derrota de las tropas de Denikin, Makhno se hallaba ya a más de 100 kilómetros del campo de batalla, avanzando con su escolta a unos 40 kilómetros del grueso del ejército. Al segundo día se posesionaron de Dolinskaia, Krovoi-Rog y Nikopol, y al tercero ganaron el puente de Kitchkass y la ciudad de Alexandrovsk cayó en su poder.

En su fulminante avance experimentaban la impresión de penetrar en un reino encantado: el de la Bella Durmiente del Bosque. Nadie se había enterado todavía de la batalla de Uman. Nadie sabía nada de la suerte de los makhnovistas. Las autoridades denikistas no habían adoptado ninguna medida de defensa, adormecidas en el letargo propio de las profundidades de la retaguardia. Como el rayo en primavera, los makhnovistas se abatían sobre sus enemigos. Tras de Alexandrovsk, cayeron Pologui, Gulai-Pole, Berdiansk y Mariupol. Al cabo de diez días, todo el Sur fue liberado de tropas y autoridades denikistas.

Pero no se trataba sólo de ellas. Como una gigantesca escoba, al pasar el ejército insurreccional por ciudades, villas, caseríos y aldeas, barría por doquiera todo vestigio de explotación y de servidumbre. Los terratenientes, que no esperaban nada semejante; los kulaks, los grandes industriales, los curas, los gendarmes, los señores denikistas y los oficiales emboscados, todo era barrido en el camino victorioso de la makhnovtchina. Prisiones, comisarías y puestos policiales, todos los símbolos de la servidumbre popular, fueron destruidos. Cuantos eran conocidos por enemigos activos de los campesinos y los obreros estaban prometidos a la muerte. Terratenientes y kulaks, sobre todo, perecieron en gran número. Ello basta -observémoslo de paso- para desmentir la calumnia a sabiendas lanzada por los bolcheviques contra el movimiento makhnovista de estar al servicio de los kulaks. Acude ahora a mi memoria un episodio típico que presencié. Los regimientos makhnovistas habían hecho alto en una población importante. Nuestra Comisión de propaganda, llegada con ellos, fue hospedada por una familia de campesinos, cuya vivienda daba a la plaza, frente a la iglesia. Apenas instalados, oímos ruidos inusitados, clamores de voces. Al salir vimos a una multitud de campesinos en explicaciones con los combatientes makhnovistas.

-Sí, camaradas -oímos-. El canalla hizo una lista de nombres, unos cuarenta, todos los cuales fueron fusilados por las autoridades.

Supimos que se trataba del cura de la aldea. Una rápida investigación sobre el terreno confirmó la verdad de la acusación. Se decidió, pues, ir en busca del cura. Los campesinos afirmaban que su vivienda estaba cerrada y que el cura no se hallaba en ella. Le suponían huido. Pero había quienes consideraban que se había ocultado en la iglesia misma, y campesinos e insurgentes se dirigieron a ella. La puerta estaba cerrada por fuera, con cadena y candado.

-Ven -dijeron -algunos-; no puede estar dentro, pues la puerta está cerrada por fuera.

Mas otros, desconfiados, afirmaron que el pope, sin tiempo para huir, se había hecho encerrar en la iglesia por su pequeño sacristán, para que se le creyera huido. Pero de nada le valió. Los insurgentes hicieron saltar el candado y penetraron en la iglesia, cuyo interior revisaron prolijamente, descubriendo un vaso de noche, ya utilizado, y una provisión de víveres. El pope estaba allí, pues. Al oír la multitud que penetraba en la iglesia, había, de seguro, trepado al campanario, en la esperanza de que, no hallándolo abajo, desistieran de buscarlo. Pero los insurgentes se lanzaron por la estrecha escalera de madera hacia el pequeño campanario, con gran ruido de sables y fusiles y gritos. Los que se hallaban en la plaza vieron, entonces, aparecer en lo alto del campanario a un hombre alto, que gesticulaba y gritaba desesperadamente, dominado por el terror. Era joven, de largos cabellos de rubio pajizo. Tendidos hacia la plaza sus largos brazos abiertos, gritaba plañidero:

-¡Pequeños hermanos! ¡Yo nada hice! ¡Nada malo! ¡Piedad mis hermanos! ¡Mis pequeños hermanos!

Fue un instante. Brazos vigorosos le tiraron de la sotana, obligándole a bajar. y la multitud salió con él de la iglesia, cruzó la plaza y lo trajo al patio de la vivienda que ocupábamos. Y allí mismo se improvisó el juicio popular, en el que nuestra Comisión, meramente espectadora, no intervino por nada.

-¿Qué dices ahora, pillo? ¡Hay que pagar! Despídete de la vida y ruega a tu dios, si quieres.

-¡Mis pequeños hermanos, mis pequeños hermanos! -repetía el pope, tembloroso-. Soy inocente; no he hecho nada. ¡Mis pequeños hermanos...!

-¿Que no has hecho nada? -le gritaban-. ¿No han denunciado al joven Iván, y a Paúl, y a Sergio, el jorobado, y a muchos más? ¿No fuiste tú quien redactó la lista? ¿Quieres que te llevemos ante las fosas de tus víctimas? ¿O que vayamos a hojear los papeles del puesto policial, donde de seguro encontraremos la lista de tu puño y letra?

El pope cayó de rodillas, los ojos perdidos, brillante de sudor el rostro, repitiendo sus exclamaciones. Una joven, integrante de nuestra Comisión, se hallaba cerca de .él incidentalmente. Arrastrándose de rodillas, le tomó el ruedo del vestido, lo besó y le suplicó:

-¡Protégeme, mi pequeña hermana! ¡Soy inocente! ¡Sálvame, mi pequeña hermana! ...

-¿ Qué quieres que haga yo ? -le respondió ella-. Defiéndete, si eres inocente. No estás ante seres salvajes. Si eres realmente inocente no te harán daño alguno. Pero si eres culpable, ¿qué puedo hacer yo?

En eso entró al patio, a caballo, un insurgente. Se detuvo tras el pope y, sin apearse, empezó a fustigarle la espalda, gritándole a cada golpe: «¡Por haber engañado al pueblo! ¡Por haber engañado al pueblo!» La multitud, impasible, le dejaba hacer. Hasta que yo le dije:

-¡Basta, camarada! A pesar de todo, no hay que torturarlo.

-¿Sí, eh? -oí a varios-. Ellos nunca torturaron a nadie, ¿verdad?

Otro insurgente se adelantó, para sacudir rudamente al pope.

-¡Vamos, levántate! ¡Basta de comedia! ¡Ponte de pie!

El pope ya no gritaba. Muy pálido, apenas consciente de la realidad, se incorporó, perdida a lo lejos la mirada, moviendo los labios, sin voces. El insurgente hizo señales a algunos camaradas, quienes en seguida rodearon al pope.

-Camaradas --se dirigió a los campesinos el insurgente-:

¿afirmáis vosotros que este hombre, contrarrevolucionario declarado, redactó y entregó a las autoridades blancas una lista de sospechosos, y que éstos fueron en seguida fusilados? ¿Es así?

-¡Sí, sí, ésa es la verdad! -clamoreó la multitud-. ¡El hizo asesinar a cuarenta de los nuestros! Toda la población lo sabe.

Y se daban nombres, se invocaban testimonios precisos, se acumulaban pruebas... Algunos parientes de los ejecutados confirmaban los hechos. Las mismas autoridades les habían hablado de la lista confeccionada por el cura, en explicación de sus represalias. Y el pope, sin decir nada.

-¿Hay alguien que defienda a este hombre? -preguntó el insurgente-. ¿Alguien que dude de su culpabilidad?

Silencio. Tras la pausa, el insurgente se acercó al pope y le quitó brutalmente la sotana.

-¡Qué buena tela! -dijo-. Nos servirá para hacer una bandera. La nuestra ya está muy desgastada.

Y luego, dirigiéndose al cura, ridículo, en camisa y calzoncillos:

-¡Arrodillate ahí, ahora! y haz tus oraciones, sin volverte.

Así lo hizo el condenado. Dos insurgentes, ubicados tras él, sacaron sus revólveres y, pasados unos instantes, le hicieron fuego. Y todo terminó.

Makhno ha contado algunos dramáticos episodios de su fulminante retorno.

Cierto anochecer se presentó, en compañia de algunos jinetes, uniformados todos como oficiales denikistas, en la propiedad de un gran terrateniente, feroz reaccionario, admirador de Denikin y verdugo de los campesinos. Dijeron hallarse en misión y necesitar reposar un poco, para partir temprano al día siguiente.

Se les recibió, naturalmente, con entusiasmo.

-Señores oficiales: dispongan como les acomode. La propiedad está bien resguardada por un destacamento. No hay de qué inquietarse.

En su honor, se preparó un festín. El oficial del destacamento y algunos amigos del propietario participaron en él. Manjares deliciosos, vinos de renombre, licores finos. Se hablaba con efusión, maldiciendo a los «bandidos makhnovistas, y a todos los revolucionarios, deseando su supresión rápida y definitiva y brindando por la salud de Denikin y por su ejército. y el propietario, confiado, mostró a los agasajados su magnífico deposito de armas, presto a cualquier eventualidad.

Hacia el fin de la comina, Makhno reveló bruscamente su identidad. Indescriptible escena de sorpresa, confusión y espanto.

La propiedad está rodeada por los makhnovistas. La guardia es desarmada. «¡Hay que pagar!'.

Ni gritos, ni súplicas, ni tentativas de huir, valen de nada.

Todos son ejecutados en el lugar. Los soldados de la guardia son interrogados y tratados en consecuencia.

La ofensiva denikistá es quebrada por la victoria insurgente. Los bolcheviques a salvo. Su retorno a Ucrania.

-La ocupación del Sur de Ucrania por los makhnovistas significaba mortal peligro para la campaña de Denikin, cuyo ejército tenía su base de aprovisionamiento entre Volnovakha y Mariupol. Inmensos depósitos de municiones estaban distribuidos en las ciudades de la región, no todos los cuales cayeron fácilmente en poder de los makhnovistas. En torno a Volnovokha, por ejemplo, hubieron de combatir cinco días contra importantes reservas denikistas. Por otra parte, todas las vías férreas de la región estaban dominadas por los insurgentes y ningún material de guerra podía llegarle a Denikin,en el Norte. En otros puntos dispersos, hubo que afrontar la resistencia de otras reservas denikistas, bien pronto vencidas y aniquiladas.

Entonces las oleadas de la makhnovtchina rodaron hacia el fondo de la cuenca del Donetz y hacia el Norte. En octubre, los insurgentes tomaron Ekaterinoslav. Denikin se vio obligado a abandonar su marcha hacia el Norte, coxpo lo confesaron pronto ciertos diarios denikistas. Envió a toda prisa sus mejores fuerzas al frente de Gulai-Pole, pero era demasiado tarde. El incendio hacía estragos en toda la región, desde los bordes del Mar Negro y del de Azof hasta Kharkov y Poltava.

Gracias a considerables refuerzos -sobre todo a gran cantidad de autos blindados ya la excelente caballería, comandada por Mamontoff y Chkuro-los blancos logrados por un momento hacer retroceder a los makhnovistas de Mariupol, Berdiansk y Gulai-Pole,. pero en el entretanto, en cambio, los makhnovistas conquistaban Sinelnikovo, Pavlograd, Ekaterinoslav y otras ciudades y poblaciones, de modo que Denikin no pudo obtener ventaja alguna de aquellos triunfos meramente locales.

En octubre y noviembre, las proncipales fuerzas de Denikin, procedentes del Norte, reanudaron la encarnizada lucha contra los makhnovistas, quienes, a fines de noviembre -estando la mitad de ellos abatida por una espantosa epidemia de tifus exantemático- hubieron de dejar a Ekarinoslav y reagruparse en el Sur. Pero tampoco Denikin pudo consolidarse en parte alguna.

Los makhnovistas no cesaban de hostigarlo en un punto y otro; y, por otra parte, los rojos, que venían desde el Norte tras sus huellas, lo atropellaban -las tropas del Cáucaso- se negaron a continuar luchando contra Makhno; abandonaron sus emplazamientos, sin que el comando pudiese impedírselo, y tomaron rumbo a su región. Tal fue el principio del definitivo fracaso del ejército denikista.

Debemos fijar aquí -es nuestro deber-la verdad histórica al respecto. Es ésta:

El honor de haber aniquilado, en el otoño de 1919, la contrarrevolución de Denikin corresponde enteramente al ejército insurreccional makhnovista.

Si los insurgentes no hubiesen logrado la decisiva victoria de Peregonovk y no hubiesen continuado socavándole a Denikin las bases en su retaguardia, con la destrucción de sus servicios de reabastecimiento de artillería, víveres y municiones, los blancos habrían probablemente entrado en Moscú, a más tardar en diciembre de 1919.

Enterados de la retirada de las mejores tropas de Denikin, los bolcheviques, al pronto sorprendidos (V. libro II, quinta parte, cap. VIII), se rehicieron al ser informados de la verdadera causa del cambio de la actitud denikista -la derrota de Peregonovka y sus ulterioridades -y pronto comprendieron las ventajas que podría reportarles. y atacaron a Denikin cerca de Orel, precipitando su retirada general.

La batalla de Orel, igual que otras libradas entre blancos en retirada y rojos que les pisaban los talones, tuvo una importancia enteramente secundaria. Los blancos se hallaban en definitiva retirada. Cierta resistencia que ofrecieron no tenía más fin que el protegerla y evacuar municiones y aprovisionamientos. En toda la extensión de la ruta -desde Orel, pasando por Kursk hasta el Mar Negro y el de Azof-, el ejército rojo avanzaba casi sin obstáculos.

Su entrada en Ucrania y en la región del Cáucaso, sobre los talones de los blancos en retirada, ocurrió exactamente como un año antes en ocasión de la caída del hetman, sobre terreno previamente desembarazado de enemigos.

Fueron los makhnovistas quienes soportaron todo el peso de este ejército en retirada, provocada por su victoria de Peregonovka. Hasta su definitiva derrota le ocasionó muchas preocupaciones al ejército insurreccional.

Los bolcheviques, indirectamente salvados por los campesinos revolucionarios de Ucrania, volvieron a ésta a recoger los laureles de una victoria que ellos no habían obtenido.

 

Notas

1 Esta cláusula constituía una precaución de parte de los makhnovistas, que en efecto temían que, so cualquier pretexto, el comandante rojo enviará al ejército insureccional a otro frente, con el fin de poder establecer sin inconvenientes el poder bolchevique en la región. Este temor fue plenamente justificado por los acontecimientos posteriores, como se verá más adelante.
2 A Makhno se le llamó Padre (batko, en ucraniano) después de la unificación del movimiento. Esa expresión se agrega al nombre, en Ucrania, cuando se trata de una persona anciana o respetada, sin comportar ningún sentido autoritario.
3 En España, más tarde (1936-39), los comunistas emplearon la misma táctica e iguales procedimientos. Conozco un caso en todos sus detalles: Cerca de Teruel, una brigada bolchevique aseguraba el frente contra Franco junto a una brigada anarquista de cerca de 1.500 hombres, cuyo aniquilamiento facilitó aquélla replegándose voluntaria y secretamente una noche. Y así, a la mañana siguiente, los fascistas se precipitaron por la brecha y cercaron a la brigada anarquista, de cuyos 1.500 hombre sólo se salvaron 500, abriéndose paso a fuerza de granadas y pistolas. Los otros 1000 fueron masacrados. Y los comunistas acusaron a los anarquistas de traidores por haber abierto el frente al avance de Franco.
4 Caída la noche, yo seguía solo -algo atrás de mis camaradas- a caballo, pero lentamente, esta ruta de calvario de los regimientos denikistas. Jamás olvidaré el fantasmagórico cuadro de los centenares de cuerpos humanos, salvajemente abatidos, bajo el cielo estrellado, a lo largo de la ruta, aislados o amontonados unos sobre otros, en actitudes infinitamente variadas y extrañas; en ropas menores o totalmente desnudos, cubiertos de polvo y de sangre, exangües y verduscos bajo la pálida claridad lunar .A unos les faltaban los brazos, otros estaban desfigurados horriblemente, cuáles estaban decapitados, cuáles hendidos casi enteramente de un sablazo... De tiempo en tiempo me apeaba para inclinarme, ansioso, sobre esos cuerpos mudos e inmóviles, ya rígidos. ¡Como si esperase penetrar un imposible misterio!... «He ahí a lo que estaríamos reducidos nosotros -pensé-, de haber triunfado ellos. ¿Destino? ¿azar? ¿Justicia?... »
Al día siguiente, los campesinos dieron sepultura a todos los restos en una fosa común, a un lado del camino (Archinoff).

 


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